lunes, 13 de junio de 2011

Del mundo del ruido al mundo del silencio


Vivía como cualquier estudiante universitaria pero una enfermedad genética se llevó el sonido para siempre. Hace cinco años que Ximena Santander Ibáñez quedó sorda, pero eso no fue impedimento para seguir su vida, cumpliendo todas sus metas. Hoy es una alumna egresada de la carrera de Pedagogía en Biología y Ciencias Naturales de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Tarapacá y ya tiene fecha para casarse.
No escucha absolutamente nada, pero sí puede hablar. Impresionan sus ojos, siempre intensos y brillantes, dulces, connotados y distantes. Ellos guían la memoria de los ruidos que quedaron en su registro, mientras pudo escuchar y sentir el agua cayendo por la llave esmaltada o los pajaritos, cantando en la mañana. Su voz tiene un registro de emoción permanente, inevitable e infinita voz que ella no puede escuchar.

Ximena Santander Ibáñez es una alumna de 28 años de la carrera de Pedagogía en Biología y Ciencias Naturales de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Tarapacá. De sus trámites académicos lo único que le falta es la defensa de tesis para titularse. Tenía una vida normal hasta que una enfermedad genética del sistema nervioso, neurofibromatosis, la dejó sorda, perdiendo la audición de un oído a los 18 años y del otro a los 23. Desde aquí empezó a escribir otra historia y a vivir otra vida.

Nació en Arica y realizó su educación básica en el Colegio Santa María, finalizando su educación media en el Colegio Alemán. Luego entró a la Universidad de Tarapacá a estudiar Obstetricia porque no existía Pedagogía en Biología y Ciencias Naturales, carrera a la que se cambió apenas se creó, logrando uno de sus primeros sueños. Junto con ello, al quedar sorda, aprendió el lenguaje de las señas y durante cinco años ha vivido al lado de una intérprete, una especie de alter ego, que trasmite a través de señas lo que los demás dicen a través de las palabras. Ellen Clavería es la intérprete que acompaña a Ximena y trabaja con personas sordas en Arica hace 15 años.

Ximena se emociona pero se muestra valiente ante la adversidad. "Creo que cada uno tiene que tratar de superar los miedos, porque al fin nosotros creamos nuestros límites en un mundo ilimitado". Y su vida sonríe mientras elabora compostaje que aplica en su jardín donde las plantas de Chuve atraen los picaflores de cola larga.
Procesos de adaptación

-¿Cómo viviste el proceso de este cambio del ruido al silencio?
-Cuando perdí la audición no pensé que era tan drástico, nunca le tomé realmente el peso a escuchar y cuando dejé de hacerlo fue un choque tremendo. En primero y segundo año me compliqué porque no conocía a otras personas sordas, entonces me sentí confundida, un poco sola, pero el hecho de seguir estudiando me seguía tirando hacia adelante y asistir a los laboratorios es algo que no me permitió deprimirme, ni ponerme a llorar. Tuve la suerte que la universidad postuló a proyecto Fonadis para la integración de los alumnos discapacitados, llegando Ellen a mi vida, una intérprete que trabaja conmigo y que al principio llamaba la atención, después pasó a ser una alumna más.

-¿Cómo se produce la enfermedad?
-Se llama neurofibromatosis, es hereditaria, cuando era muy niña me la detectaron pero me dijeron los doctores que no iba a tener mayor problema y nunca lo tuve, pues no me daba cuenta que escuchaba un poquito menos. A los 18 años perdí la audición de un oído y a los 23 la audición del otro. Después me operaron, pero no hay solución, se dañó el nervio auditivo, entonces no voy a volver a escuchar.

Trato de no pensar en todo lo que está sonando en este momento y me lo estoy perdiendo, mi memoria auditiva funciona siempre, se cae algo y sé que suena pero no siento el ruido y si yo no lo estoy mirando no sé que se cayó, pero si lo veo sé que suena, abro la llave y sé que suena el agua.

-¿Cuál es el sonido más hermoso que recuerdas?
-El sonido de los pajaritos o el sonido del agua.

-¿Con tu familia en la cotidianeidad, cómo se comunican?
-Al principio todo por escrito, pero más adelante les empecé a pedir la comunicación por señas porque es muy frustrante y molesto cuando uno es sordo tener que leer los labios.

-¿Qué pasó con el colegio en el que hiciste la práctica, cómo se dio la relación con los alumnos?
-Primero hablé con la directora si podía hacer la práctica en el Colegio del Alba, ella me dijo que sí, luego les explicó a los niños mi situación. Todos fueron afectivos y tolerantes conmigo.

-¿Terminar la carrera es un sueño cumplido?
-Sí. Lo más bonito fue hacer la práctica con niños oyentes y aplicar todo lo que me enseñaron. Como perdí la audición hace cinco años ahora soy una persona nueva y estoy como en un proceso del traspaso de la vida del ruido al mundo del silencio, pero he conocido a las personas precisas y he ido aprendiendo de nuevo, por eso me interesa mucho trabajar en educación con los niños sordos.

-¿Qué actividades realizas además de las académicas?
-Participo en la agrupación de sordos. Pero lo fundamental es mi trabajo de tesis cuyo tema es la aplicación de cuestionarios para fomentar el aprendizaje de la biología en la enseñanza media.

-¿Cuáles son tus sueños?
-Quiero realizar mi vida, casarme, tener hijos y ser una madre feliz. Profesionalmente me gustaría colaborar en mejorar la educación para sordos.

-¿Cómo se habita el mundo después de todo este cambio?
-Al principio pensaba qué voy a hacer y después me relacioné con personas sordas y dije yo también puedo. Cuando voy al centro les aviso a las personas que no escucho y ellas me escriben o me hablan más lento. Hago todo normal, viajo sola, voy al banco y a comprar las verduras, etc.

-¿Cómo está tu alma?
-Mi alma está tranquila porque sé que puedo hacer todo lo que quiera y eso me está dando cada día mayor seguridad y tranquilidad. Si me pongo a pensar en todo lo que perdí, lo que no voy a escuchar más, no tendría ganas de salir de mi casa.

-¿Estás pololeando?
-Sí, con un hombre maravilloso, él es oyente y lo conocí antes de perder la audición, él me ha acompañado en todo este proceso, en las buenas y en las malas. Ha sido el primero en decirme: sigue adelante, tú puedes. Llevamos siete años pololeando, él terminó la carrera y me está esperando, pronto nos vamos a casar y entonces mi nueva familia la voy a poder realizar con él.

Ejemplo a seguir

Liliana Hernández, decana de la Facultad de Ciencias, plantea que ha sido una satisfacción y un orgullo poder cumplir la misión de equidad y ofrecer la oportunidad a todas las personas que tienen las capacidades intelectuales necesarias para llegar a ser un profesional.

"Con Ximena es una satisfacción como Facultad de Ciencias y los académicos del Departamento de Biología que hayan podido dar respuesta y cumplimiento a nuestra misión de formar la profesional que ella quería ser finalmente. Ella terminó la carrera, hizo su práctica profesional en muy buena forma y creo que es un ejemplo para el resto del estudiantado que vea que a pesar de las dificultades se pueden lograr las metas profesionales que se planean", señala Hernández.

"Lo que se cambió en el sistema fueron diferentes modos de evaluación y comprensión, principalmente de los profesores de las diferentes asignaturas. Fue nada más que adaptarse a una nueva forma de comunicación, un poco más compleja al principio. Creo que los académicos deberíamos tener más herramientas para enfrentar estos desafíos, es un tema que tenemos que conversar para estar preparados en atender a la diversidad", agrega.

Arnaldo Ortega, jefe de carrera de Pedagogía en Biología y Ciencias Naturales, conoció a Ximena antes que perdiera la audición y estaba estudiando obstetricia, fue el tiempo en que quería cambiarse de carrera. ¿Qué pasó después? "Pensé siempre en su práctica en un colegio especial y ahí me equivoqué porque hizo práctica en un colegio normal. Me siento muy motivado junto a los docentes que le hicieron clases con este desafío y creo que la universidad está preparada para enfrentarlo. Que termine la carrera es una satisfacción enorme, pues la pedagogía es una de las profesiones más hermosas que existe".

Edición: Universia / RR

Fuente: Universidad de Tarapacá

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