martes, 13 de octubre de 2020
Pérdida auditiva unilateral:
¿Qué recomendaciones son las más adecuadas cuando tenemos que tratar a niños con pérdida auditiva unilateral? ¿Está su bajo rendimiento académico relacionado con este tipo de pérdida? ¿Se ve afectado su desarrollo del lenguaje por esta condición? Estas y otras preguntas son objeto de estudios recientes, sin embargo, a día de hoy, resulta muy complicado encontrar una respuesta científica.
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Cuando hablamos de pérdida de audición en la infancia lo más frecuente es centrarnos en pérdidas auditivas moderadas, severas y profundas bilaterales. En concreto, solemos indicar el impacto negativo que estas pueden tener en el desarrollo del lenguaje y en el rendimiento académico de los niños si estos no reciben amplificación e intervención tempranamente (e.g., Yoshinaga-Itano, Sedey, Coulter & Mehl, 1998; Yoshinaga-Itano, Sedey, Wiggin & Chung, 2017).
Así, cuando en la práctica clínica nos enfrentamos a un caso de pérdida auditiva bilateral en un niño, no dudamos en recomendar a las familias que adapten a su hijo con las prótesis auditivas adecuadas en cada caso y que comiencen una intervención logopédica cuanto antes.
Sin embargo, cuando lo que tenemos delante es un caso de pérdida auditiva unilateral (pérdida auditiva en un solo oído), encontramos dificultades para dar recomendaciones convincentes a las familias acerca de si debemos o no amplificar.
Quizás algunos caigan en la tentación de pensar que como el niño puede oír con total normalidad por uno de los oídos, será capaz de tener un desarrollo y rendimiento académico con total garantía. Si es así, muchas veces nuestra recomendación no pasará de garantizar un sitio preferencial en el que sentarse en la clase.
La primera pregunta que podemos plantearnos es si tienen o no los niños con pérdida auditiva unilateral algún tipo de dificultad en el desarrollo respecto a sus iguales normo-oyentes. Ya en los años 80 numerosos estudios pusieron de manifiesto que un alto porcentaje de niños entre 6 y 18 años con pérdida unilateral mostraban dificultades académicas (Bess & Tharpe, 1986), problemas de comportamiento (Bess & Tharpe, 1986; Oyler, Oyler & Matkin, 1981) e incluso puntuaciones inferiores en test de inteligencia (Culbertson & Gilbert, 1986; Davis, Stelmachowitz, Shepard & Gorga, 1981) al ser comparados con sus compañeros normo-oyentes.
Otros estudios mostraron problemas psicosociales en algunos de estos niños, como por ejemplo, sentimientos de vergüenza, confusión o agresividad (Giolas, Wark, 1967; Stein, 1983). Además, se encontró que muchos de los profesores de estos niños indicaban problemas de comportamiento incluso cuando los niños se sentaban en un sitio preferencial en la clase (Bess & Tharpe, 1986; Bovo et al., 1988; Dancer, Burl & Waters, 1995; Jensen, Børre & Johansen, 1989; Oyler, Oyler & Matkin, 1981).
Estos estudios que encontraron dificultades académicas y psicosociales en algunos niños con pérdidas auditivas unilaterales, despertaron el interés por conocer sus características auditivas. Numerosas investigaciones descubrieron que estos niños mostraban peores habilidades de localización y de reconocimiento del habla en ruido que aquellos con audición normal (Bovo et al., 1988, Humes, Allen, Bess, 1980; Newton, 1983; Ruscetta, Arjmand & Pratt, 2005). Además, las dificultades se incrementaban a medida que aumentaba el grado de pérdida auditiva (Bess, Tharpe & Gibler, 1986).
Otros estudios en esta línea investigaron si, además de dificultades en sus habilidades auditivas, los niños mostraban un desarrollo del habla y el lenguaje tardío. Los resultados obtenidos fueron poco concluyentes, ya que solo algunos de ellos revelaron que estos niños sí mostraban dificultades a la hora de desarrollar el habla y el lenguaje (e.g., Lieu, 2004; Yoshinaga-Itano, Johnson, Carpenter, & Brown, 2008), mientras que otros determinaron que no (Hallmo, Møller, Lind, Tonning 1986; Kiese-Himmel, 2002; Klee & Davis-Dansky, 1986; Tieri, Masi, Ducci & Marsella, 1988).
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Hoy en día, casi tres décadas después, los mismos problemas académicos y psicosociales persisten en esta población de niños (English & Church, 1999; Kesser, Krook & Gray, 2013; Lieu, 2004). Además, el motivo por el cual solo son algunos de estos niños los que muestran dificultades en estas áreas es algo que todavía la investigación no ha sido capaz de responder.
Esto, a su vez, obstaculiza la identificación temprana de aquellos que están en riesgo de sufrir fracaso escolar y problemas psicosociales (Tharpe, 2016). Si añadimos que no existe un consenso claro acerca de la amplificación que debe prescribirse en estos casos (Tharpe, 2016), el rompecabezas se hace todavía más enrevesado.
Las posibilidades de amplificación van desde un audífono o incluso un implante coclear en el oído con pérdida auditiva, hasta la adaptación de un audífono CROS (Contralateral routing of signal) en el que la señal que llega al oído con pérdida auditiva se envía al oído sin pérdida auditiva, pasando por utilizar un sistema de micrófono remoto (Tharpe, 2016).
Por último, cabe destacar que un estudio en el que se preguntó a audiólogos pediátricos sobre el tipo de amplificación que habían recomendado a un total de 423 niños, mostró que el 26% de estos niños utilizaban audífono, sistemas de micrófono remoto o una combinación de los dos (English & Church, 1999) y que además el 54% recibían algún tipo de apoyo educacional, como por ejemplo terapia del lenguaje.
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©Imagen Grupo GN
Además, Klee y David Dansky encontraron que un alto porcentaje de los niños que recibían amplificación y/o apoyo educacional seguían mostrando las mismas dificultades académicas. Estos resultados abren la posibilidad de plantearse que otros factores distintos al acceso a la información auditiva pueden estar detrás de los resultados académicos negativos mostrados por algunos de los niños con pérdida auditiva (Tharpe, 2008).
Como vemos, la pérdida auditiva unilateral plantea todavía hoy más preguntas que respuestas. Parece claro que siguen dándose casos de niños con este tipo de pérdida que presentan problemas psicosociales y de rendimiento académico. Estos niños muestran peores habilidades auditivas (localización y reconocimiento de habla en ruido) que niños normo-oyentes, pero no está claro si el desarrollo del habla y del lenguaje se ve afectado por su pérdida de audición.
El tipo de amplificación que deben recibir estos niños parece no estar claro tampoco. Además, el hecho de que solo algunos niños muestren dificultades es algo que intriga a los investigadores, y es todavía más curioso el hecho de que niños que han recibido algún tipo de amplificación y apoyo educativo a una edad temprana sigan mostrando las mismas dificultades.
Por lo tanto, son muchas las preguntas que quedan todavía por resolver en cuanto a las pérdidas unilaterales en niños se refiere. Esperamos que la investigación sea capaz de resolverlas en los próximos años. Mientras tanto, en nuestra práctica clínica deberemos ser conscientes de los problemas que una pérdida unilateral puede acarrear en el desarrollo de un niño e informar a las familias sobre esos riesgos y sobre las posibilidades de amplificación.
Además, deberemos llevar un seguimiento exhaustivo del caso e ir tomando las medidas necesarias en caso de que el niño muestre algún tipo de dificultad en el desarrollo del lenguaje o algún problema en el ámbito psicosocial o en su rendimiento académico.
La dieta y el impacto en el acufeno
Autor: Yanina Sitzer
Licenciada en Fonoaudiología
Instituto de Rehabilitación Psicofísica-IREP,
Buenos Aires, Argentina.
No es solo cómo comemos, es también lo que comemos. No es una moda, es un hecho. La alimentación influye en nuestra calidad de vida. Cuanto más investigamos acerca de lo que consumimos y de las consecuencias que pueden tener ciertos alimentos, más razones hay para cuidarnos y atender a lo que le ofrecemos a nuestro organismo. El impacto es directo: comer sano ayuda a lograr un equilibrio físico y mental.
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El hecho de que muchas personas llamen al estómago «el segundo cerebro» no es una casualidad. ¿Han pensado alguna vez en la calidad de lo que comen? El contexto en el que comen ¿Es en la oficina? ¿En un bar? ¿Comen estresados o tranquilos? ¿Cuánto tiempo dedican a la preparación de los alimentos que comen? ¿Cuánto pasa desde que empiezan a comer hasta que terminan el plato? ¿Dedican algún momento a pensar en ello?
En el caso de las personas con acúfenos, se puede mejorar este síntoma realizando algunos ajustes en la dieta y en las rutinas alimenticias.
Hablamos de acúfeno cuando nos referimos a la percepción de un sonido que se produce en ausencia de un estímulo acústico externo. Afecta aproximadamente al 15% de la población mundial. El 15-20% de las personas que lo padecen realizan algún tipo de consulta en busca de una solución y un 1-2% presentan un malestar incapacitante con un impacto negativo en la calidad de vida. Este síntoma es el tercero más incapacitante que puede sufrir un ser humano, por lo que puede generar un malestar generalizado, afectando a la integridad biopsicosocial del individuo, así como repercutir en su salud, cuidado personal, relaciones sociales, actividades laborales, etc.
Las emociones, el sistema digestivo y el acúfeno están definitivamente encadenados.
Algunos estudios indican que un apoyo nutricional adecuado puede aliviar el acúfeno y las molestias relacionadas. Se basan en eliminar tanto de los hábitos como de la dieta aquellas sustancias que provoquen hiperexcitabilidad neural.
Los componentes que generan esa hiperexcitabilidad están en muchos más alimentos de los que creemos. Para que el lector pueda reconocerlos nombraremos los más habituales, como por ejemplo la nicotina, la cafeína (café, té, chocolate, entre otros), el glutamato (se encuentra sobre todo en la comida china, salsa de soja, algunos quesos y en los alimentos preparados industrialmente listos para comer, conservas y alimentos congelados), el alcohol (en cualquier bebida alcohólica), el aspartamo (presente en algunos edulcorantes artificiales, en todos los alimentos y bebidas que contengan la palabra Ligth o Zero), la quinina (bebidas gasificadas) y el cloruro sódico (por ejemplo, sal entre otros alimentos).
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Existen profesionales capacitados para desarrollar planes nutricionales que se amolden a las necesidades de cada persona.
Actualmente, se están investigando varias líneas dietéticas basadas en conocimientos bioquímicos y nutricionales mediante aproximaciones científicas para modular el sistema nervioso central. Algunos autores aconsejan a los pacientes con acúfenos llevar a cabo dietas bajas en hidratos de carbono, excluir la histamina o incorporar suplementos como neurotransmisores orales, entre otros. Pero ¿por dónde empezar?
Aquí debemos hacer una reflexión y destacar que no podemos proponer a todos los pacientes los mismos tratamientos ni las mismas indicaciones, por lo que será el profesional quien, a partir de su experiencia y conocimiento del tema, deberá guiar al paciente. Alguien que padece acúfenos no es un paciente cualquiera y hay que trabajar de manera interdisciplinaria para llegar a buen puerto.
Seguir una determinada dieta o cambiar de hábitos alimenticios no es sencillo para nadie, por lo que se recomienda siempre realizar una consulta con un profesional capacitado en el tema para que le acompañe y aconseje adecuadamente, dándole indicaciones precisas sobre cuál es el mejor tratamiento. Cualquier decisión imprudente e individual puede desencadenar, desde la ignorancia, un problema mayor completamente evitable. Las personas deben alimentarse, hidratarse y nutrirse cubriendo con sus ingestas ciertos requerimientos calóricos.
¿Todo esto quiere decir que dejando de consumir ciertas sustancias el acúfeno desaparece? La respuesta es NO. No podemos generar falsas expectativas, pero lo que sí sabemos y podemos compartir, es que se puede mejorar la percepción del síntoma y por ende, la calidad de vida de los individuos.
Como dijimos anteriormente, son muchas las personas que padecen acúfenos. Algunos lo presentan como un problema y otros no lo consideran así porque ya están habituados. El hecho de que se pueda reducir, a partir de una dieta, la percepción de este ruido a veces tan molesto, puede ser un precursor e indicador de una futura habituación, por lo que tomar en cuenta estos consejos sobre la alimentación puede generar una respuesta positiva y esperanzadora para muchas personas.
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La nutrición tiene un papel fundamental en nuestras vidas. A partir de los últimos estudios realizados, la alimentación aparece como un factor importante para la sintomatología de los acúfenos. Si bien es cierto que no encontramos en todos los estudios validez estadística, sí podemos ver una cierta correlación entre lo que se come y el aumento o disminución de los acúfenos.
Autores como Spankovich y col., afirman que las personas que tienen una dieta más saludable tienen una menor percepción del acúfeno que los que llevan una dieta menos sana. En este artículo, se recomienda el uso supervisado de ciertos suplementos para pacientes con acúfenos: hierro, zinc, magnesio, fósforo, potasio, vitamina B6, vitamina B12, vitamina A, vitamina C y vitamina E. Sin embargo, no se ha podido demostrar que sean realmente eficaces para la mejora de los acúfenos.
Otra investigación realizada en Corea del Sur demostró que las personas con acúfenos tenían un nivel deficitario de vitamina B12. Además, se acreditó que un índice de masa corporal bajo y un nivel deficitario de vitamina B2 también están asociados significativamente con los acúfenos. Por otra parte, la ingesta pobre de vitamina B3, proteínas y agua, se asocia a algunas molestias relacionadas con los acúfenos.
El estudio aconseja que los pacientes con acúfenos mantengan un peso corporal adecuado y una ingesta nutricional suficiente, incluyendo la vitamina B12, vitamina B2, vitamina B3, el agua y las proteínas.
Así como podemos determinar qué sustancias no son recomendables para una persona con acúfenos, podríamos intentar hacer una lista de los alimentos que ayudarían al cuerpo a incorporar estas vitaminas con los efectos positivos, de los cuales hablan algunos autores. Es decir, debería seguirse una dieta rica en carnes, pollo, jamón, pescados, mariscos, huevos, lácteos, vegetales, frutos secos y hongos.
Para las personas que sufren acúfenos, por lo tanto, se recomienda complementar su tratamiento médico con cambios en el estilo de vida, adoptando una dieta saludable y equilibrada, realizando ejercicio físico y abordando terapias psicológicas, meditación y yoga, siempre buscando una armonía entre la mente y el cuerpo.
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Cualquier consejo terapéutico negativo puede terminar en un problema aún más complicado para quien padece acúfenos. Es aconsejable entonces que todo aquel que quiera realizar un cambio en su dieta, haga una consulta a su médico de cabecera, realice los estudios necesarios y consulte también con un nutricionista que conozca esta problemática, para que elabore un tratamiento personalizado y pueda trabajar de manera conjunta, integral e interdisciplinaria en pos de mejorar la vida de los pacientes con estas características.
Para finalizar, creo importante aclarar que no se trata solo de pensar cómo la dieta puede aumentar la severidad de los síntomas y cómo simples cambios en la alimentación y la incorporación de suplementos vitamínicos pueden reducir efectivamente los niveles de percepción del acúfeno, sino que se trata de «pensarnos» desde varios ángulos y entender que la dieta es solo uno de ellos. Somos todo lo que somos y también, somos lo que comemos. Se trata de sentirnos bien con nosotros mismos encontrando soluciones posibles y no ideas irreales imposibles de alcanzar. Debemos eliminar malos hábitos generando conciencia y acción.
El objetivo de este artículo, además de informar y promover una vida equilibrada, es que cualquier persona que padece acúfenos pueda comprender que hay mucho por hacer y que no es «todo o nada», sino que con simples grandes pasos la vida puede cambiar, mejorar y convertirse en un desafío y una oportunidad.