miércoles, 9 de mayo de 2012
La historia de un ex policía ciego y sordo que se superó
A pesar de las limitaciones, Jorge Hernán
Erazo logró convertirse en abogado y ahora espera su grado como especialista en derecho administrativo.
Domingo, 25 de octubre de 2003. El intendente Jorge Hernán Erazo se desplazaba en caravana desde su base de Piendamó, junto a 21 compañeros, a apoyar a colegas de Jambaló que requerían ayuda. Las Farc se habían tomado esa población caucana. El saldo: trece agentes secuestrados y cuatro auxiliares degollados.
Todo transcurría en tensa calma, hasta cuando llegaron al Jardín, población cercana a Silvia, donde 10 de los 22 agentes de la tarea de refuerzo fueron emboscados por el Frente Jacobo Arenas de las Farc.
Tras una hora de defenderse con gran valentía, un 'tatuco' explotó cerca al camión que momentos antes lo transportó. La onda explosiva decapitó a los dos patrulleros que estaban a su lado y a él lo dejó ciego, sordo y con parte de su masa encefálica expuesta.
Viernes 27 de abril de 2012. En el auditorio de la Universidad Cooperativa de Colombia, Jorge Hernán Erazo Flórez recibe su grado de abogado. Enfundado en su uniforme de policía, este pensionado de la institución se muestra orgulloso de lo que ha logrado: demostrarse a sí mismo y a sus tres hijas que no hay cosas imposibles sino gente incapaz. Que con voluntad, esmero y sacrificios todo sale bien.
En realidad, fueron muchos los sacrificios y padecimientos que soportó este hombre, hoy de 42 años, para convertirse en un profesional del derecho de la Universidad Cooperativa de Colombia y próximamente, en el mes de septiembre, recibir su grado como especialista en derecho administrativo, de la Universidad Santiago de Cali.
Cuatro días en estado de coma. Enterarse a los seis días del infierno vivido en el Cauca, que quedaría ciego para toda la vida y que sus oídos sólo tenían un 20% de capacidad auditiva. Pasar un mes recluido en el Hospital Central de Bogotá. Regresar a Cali, pero pronto tener que devolverse a la capital del país para someterse a rehabilitación por dos años. Nada, nada amilanó su deseo de seguir adelante, de estudiar y de "sacar de lo malo, algo bueno".
Dedicación. En las clases, cuando el profesor leía, Jorge Hernán iba escribiendo. El ex policía adaptó una regleta guía, de plástico, para su fólder argollado de varias materias. Jorge Orozco | El País
Rehabilitación y estudio
Fue un proceso duro, muy duro, revela María Ruth Urquijo, esposa, ángel guardián y mano derecha de Jorge Hernán, refiriéndose al renacer de su marido.
Ella, una mujer joven, de hablar delicado, confiesa que al comienzo, Jorge Hernán se volvió agresivo, mal humorado, impaciente. Quería que el proceso de rehabilitación fuera rápido, tanto, que se atrevía a salir solo a la calle y regresaba lastimado por los golpes que se daba contra los postes.
Armado con un poco más de paciencia, Jorge Hernán, que luce aún cicatrices en la frente, nariz, boca, brazo izquierdo, todas secuelas del atentado, renació física y emocionalmente gracias a la ayuda brindada en el Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos, Crac, de Bogotá.
Volvió a aprender a caminar, escribir, contar con un ábaco, afeitarse, lavar un plato, cocinar un arroz, colocarse las medias, los zapatos, aprender mecanografía, en fin, a ser una persona independiente.
De regreso a Cali y ya como pensionado de la Policía Nacional de Colombia, se matriculó en la Universidad Cooperativa, la más cercana a su vivienda, en el barrio Guaduales, al norte de la ciudad.
En clase, por su problema de audición, buscaba siempre estar lo más cerca a los docentes. Algunos de ellos aprobaban su conducta, a otros les molestaba. Pero a Jorge no le importaba. Sólo quería oírlos mejor, pues los audífonos, más que una ayuda, se le hicieron un accesorio fastidioso de llevar y poco útil, ya que no comprendía muy bien lo que escuchaba.
Con una grabadora de periodista grababa las clases y luego las transcribía; tomaba apuntes en el aula de manera muy ordenada gracias a una regleta guía, de plástico, (que hace conservar la margen) y que él adaptó para su fólder de varias materias argollado. Aunque a veces su esposa sufría para entenderle su letra de hormiga.
Es que María Ruth también se convertía en su lectora al estudiar y al tener que memorizar leyes, decretos, artículos, parágrafos y demás.
Y gracias a su 'pilera' para manejar el computador y aprender diferentes sistemas como el Jaws y el Finereader, este ex policía que trabajó 17 años en la Metropolitana de Cali, podía escanear los textos que debía leer y luego escuchar sus contenidos en el computador. Claro, en una voz tan robotizada que, para un oyente cualquiera no es nada agradable, pero que, para él, resultaba vital a la hora de estudiar. No usa el sistema braille porque su dedo índice quedó "mocho" en el atentado y perdió sensibilidad.
A pesar de sus limitaciones fue un estudiante sobresaliente. Siempre estuvo entre los tres primeros de la clase con promedios que superaban el 4.0.
Promedio que lograba con gran empeño, porque su discapacidad no fue excusa para no exigirle igual o incluso más que a los otros estudiantes del curso, ya que como él asegura, sentado en la sala de su modesta casa, si a los demás le preguntaban el porqué de un asunto a mí me cuestionaban sobre el porqué, el cuándo, dónde y el cómo y más.
Debió sortear incluso algunos inconvenientes. Cuenta Jorge que para presentar sus exámenes orales, ponían a una persona a que le leyera las preguntas, pero ésta no lo hacía bien o en tono muy bajo. O si era escrito, no escribía correctamente sus respuestas, pues no interpretaba bien sus ideas.
Beneficios de las limitaciones
Cuando se ve a Jorge Hernán bajar las gradas que de su habitación conducen a la sala de su casa parece un hombre común y corriente: sus ojos (prótesis) de color café se mueven, no tienen un punto fijo al horizonte como los de otros ciegos. Los de él parecen tener luz, vida.
Con la ayuda de su esposa se presenta, da la mano a su interlocutor y se sienta cómodamente. Mientras habla, mueve mucho las manos. De cuando en cuando pregunta "¿cómo?" para que se le repita lo dicho.
Su capacidad de audición claro, no está al ciento por ciento, pero él asegura, que a fuerza de exigirles a sus oídos que tienen que escuchar más, lo están logrando. Comenta entonces que hace pocos días le hicieron una audiometría y registró un 40% de capacidad auditiva el oído izquierdo y el derecho, con un 50%. O sea, "yo, que tenía un 80% de pérdida, he ido recuperando la audición, es un milagro de Dios".
Lo que no ha perdido este quindiano es su sentido del humor. Relata riendo cómo en una ocasión por salir a las carreras se fue a la universidad con un zapato de uno y otro de otro y asegura que no le molesta escuchar frases 'como mañana nos vemos'. Es más, cuenta jocosamente, "yo le digo al de la tienda, cuando lo vuelva a ver le pago".
Ni siquiera el robo del que fue víctima hace poco en su casa le hace perder su buen genio. Se le robaron, dice, un reloj finito, una videograbadora, "y tres palos, tres palos que tenía para un bastón" y suelta la carcajada.
Este trigueño de 1,70 metros de estatura y cien kilos de peso, a todo lo malo le saca algo bueno. Así es como reconoce que, aunque parezca absurdo, su ceguera y sordera le han traído varios beneficios.
No anda por las montañas del Cauca persiguiendo guerrilleros o buscando algo aún peor de lo que le sucedió: la muerte. "Ahorita estoy al lado de mi familia, agrega, soy dueño de mi tiempo, puedo dedicarlo a leer porque me gusta mucho la lectura. Puedo dedicar el tiempo a criar a mis hijas, aunque nos las puedo ver las siento a mi lado, las reprendo, las guío, las disfruto, mientras, si estuviera como policía en el Cauca, vendría cada mes o cada dos meses a visitarlas"
Fueron precisamente sus hijas, su esposa y su mamá Luz Mila Flórez, los motores que lo impulsaron a seguir adelante, para sentir que a pesar de la ceguera y la discapacidad auditiva había porqué luchar en esta vida.
"Demostrar que uno puede hacer las cosas, que no puede darse por vencido, que hay un futuro, que es un ser humano que vale, no convertirse en un cuerpo que sólo ocupa un espacio". Que de lo malo, repite, hay que sacar lo bueno.
Una vida de servicio
Jorge Hernán Erazo ingresó a la Policía a los 18 años de edad, el 30 de enero de 1989.
En la Policía Metropolitana de Cali era el encargado de hacer los boletines informativos. Ahora, dice él, usa mejor el computador, que cuando era vidente.
Fue ascendido al grado de intendente y trasladado al departamento del Cauca.
Después del atentado sus compañeros le brindaron primeros auxilios y graparon una bolsa plástica en su cráneo para evitar la contaminación de su masa encefálica.
Después de su rehabilitación, estudió en el Sena de Bogotá diferentes programas informáticos y tomó cursos de emprendimiento, como el de mentalidad empresarial.
Interpuso una acción de cumplimiento en un tribunal de Cali contra la Policía Nacional, pues reclama por su discapacidad, un sobresueldo del 25%, al que dice, tiene derecho.
El 5 de septiembre será su grado como especialista en derecho administrativo de la Universidad Santiago de Cali.
http://www.elpais.com.co Por: Meryt Montiel
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