lunes, 27 de febrero de 2012

Superar la barrera del sonido


Paraguay - Alejandra Mariel Morínigo Rumich, con solo 17 años, ya se está abriendo camino dentro del diseño de modas. Ella responde con brillantez al desafío del mundo laboral a pesar de la sordera que sobrelleva.


Precisamente porque tiene que superar una barrera social es que Alejandra Mariel se sobreexige. Su empeño, dedicación y voluntad son superiores a quienes no se encuentran con esa dificultad. En ese temperamento marcado y ganas de avanzar, la presencia y apoyo familiar fueron esenciales. "Ellos me ayudaron, me fortalecieron. La familia es importante; si en ella hay amor, lo material no importa", dice Alejandra a través de su madre, Reina Rumich, quien ofició de intérprete para esta entrevista.



Fue precisamente su madre quien la descubrió sorda cuando tenía dos años. "Recuerdo que se había caído un vaso y ella no reaccionó ante el fuerte ruido, y eso me llamó la atención. Desde ahí comencé a observarla y hacer movimientos bruscos, dar portazos, pero nada, no había reacción alguna, así que consulté con un especialista y me dio la noticia. Fui con otro y otro buscando esperanza, pero todos coincidían en que su cuadro no era operable. Llegué hasta Buenos Aires, tampoco me hicieron promesas. Realmente fue muy duro, pero no decaí ni sentí lástima por ella; muy por el contrario, la estimulé en todos los sentidos", confiesa la madre.

Fue así que Alejandra Mariel asistió a la Primera Escuela Paraguaya de Sordos. Paralelamente, también fue a un colegio regular, Manuel A. Enciso, con niños hablantes; felizmente, nunca fue víctima de burlas ni de exclusiones en ninguna de las instituciones. "El apoyo y la ayuda de mis profesores también fue importante para mí", expresa Alejandra en lenguaje de señas.

Fue la mejor egresada en la Primera Escuela Paraguaya de Sordos y dio su discurso como tal ante la presencia de autoridades, alumnos, alumnas, padres, madres, con mucho aplomo y seguridad. "Ella nunca se sintió menoscabada... nunca", afirma la madre.

Alejandra, con su lenguaje de gestos, expresa que no quiere ser discriminada. "Nosotros somos iguales a todos y el apoyo de nuestra familia es importante para superar cualquier traba; todo el amor que ellos nos puedan dar se traduce en esperanza y, a mí, mi familia me apoyó en todo y luchó para darme una buena educación", reconoce.

La escuela para sordos es la otra herramienta esencial para sobresalir, al igual que los colegios normales. "En la escuela de sordos aprendemos a leer los labios, a comunicarnos con los gestos, a través de libros, y nos da seguridad para asistir a las instituciones hablantes". "Pero hay que enviarlos desde chiquitos", interrumpe Reina. "Muchos padres recién de grandes envían a sus hijos y eso les dificulta más", añade. "Muchos ni siquiera saben leer y escribir, y así no pueden comunicarse; no les dan un trabajo porque nadie los entiende, y solo unos pocos logran llegar a la universidad", insiste la madre.

Su vocación hacia el diseño se manifestó desde muy niña, a los diez años, y fue afianzádonse con los años.

"Siempre me gustó coser y hacer vestiditos, y cuando mis papás me preguntaron si realmente me gustaba, les dije que sí; me compraron una máquina", cuenta feliz y sonriente. Estudió diseño con Cynthia Campos Cervera y, cuando cumplió sus 15 años, ¡por supuesto que lució un modelo propio!

"Tiene talento, eso notamos muy pronto, porque siempre la veíamos dibujando, por eso fue que le preguntamos si realmente le gustaba para apoyarla y darle los materiales que necesita", cuenta la madre. En esa aventura de cariño, fortaleza y perseverancia tuvieron mucho que ver su madre Reina y Gerardo, su papá del corazón; sus hermanos Silvia Johana, Lucero y Gerardo Joaquín. "Tengo una familia incomparable. Mi hija Silvia Johana va a la universidad y trabaja; Lucero también estudia y nos ayuda con un pequeño negocio que tenemos en la casa; Gerardo Joaquín es todavía chiquito y Alejandra Mariel ya tiene un atelier que lleva por nombre Mariel. Ella ya tiene una profesión, y trabaja haciendo uniformes para varios colegios, hace trabajos en el barrio donde vivimos, en Ypané, para las amigas y para ella. De hecho, cuando supo que iba a ser entrevistada tomó hilo y aguja y se confeccionó para las fotos una fresca solera con volados y randas. Se puso muy feliz y dijo: 'Voy a hacerme una ropa'", cuenta Reina.

Alejandra se va destacando como diseñadora de moda en su barrio, en su entorno, pero quiere que en su país sepan que hay personas como ella que superan las barreras y que hoy son testimonios reales de fe en tierra propia y, quién sabe, en un futuro no muy lejano, en tierra ajena también.

Mientras espera ese día sigue capacitándose, sigue estudiando. Va a comenzar el 1.º de la Media en el Colegio Antonio Provolo de la ciudad de San Lorenzo. "Voy a seguir estudiando, con la ayuda y la comprensión de mis profesores, procurando salir adelante en el diseño y la confección", anuncia. Su afán de perfección seguro la llevará a buen puerto. Una visita a su atelier bastó para demostrarnos su habilidad con los moldes, con las tijeras, con la máquina. "Es muy detallista con los cortes, con las medidas, con todo", revela la madre.

Su trabajo se ve en los alumnos del colegio Miguel A. Torales, en los de la Escuela N.º 90, del Canahan, de la Básica N.º 5599 porque hace remeras, jumpers y buzos para tales instituciones educativas y, lo que es mejor, administra toda su plata. "Es más, cuando salgo a comprarle tela tengo que traer la factura y me dice: 'Qué suerte que me alcanzó todo'", cuenta una orgullosa madre.

Sigue creciendo bajo la atenta mirada de sus seres queridos, del cariño de todos sus hermanos, de quienes la apoyan. Sueña con formar una familia, con capacitarse permanentemente para poder ayudar a otros con su igual condición, a luchar y conseguir sus metas a pesar de las diferencias... "Tiene un corazón de oro... Mi hija es una bendición". Sabias palabras de una madre.

http://www.abc.com.py / ALEJANDRA MORÍNIGO

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