sábado, 15 de octubre de 2011

A partir de la sordera El trabajo teatral con el lenguaje no verbal

A partir de la sordera
El trabajo teatral con el lenguaje no verbal
CONOZCA OTRA CULTURA SIN VIAJAR
Cuando empecé a trabajar con el grupo Seña y Verbo, recuerdo una ocasión en que
un reportero me pregunto: - “¿Qué opina usted de trabajar a pesar de la sordera de
los actores?” – Inmediatamente contesté: -“No es un trabajo a pesar de la sordera, es
un trabajo a partir de la sordera”-.
Lo que en su momento fue una respuesta casi instintiva me ha llevado, con el
tiempo, a una reflexión mas profunda.
¿Qué significa dirigir a un actor sordo?
Lo primero que descubrí fue que entrar al mundo de la sordera es mucho más
complejo que simplemente estar con gente que no oye. Al no poder recibir los
estímulos auditivos que crean el lenguaje, la sordera obliga al individuo a comunicarse
de otra forma. Y al surgir un lenguaje a partir de estímulos visuales, nace toda una
cultura a su alrededor. Esto se debe a que pocas cosas definen tanto la cultura de un
pueblo como lo es su lenguaje.
Del lenguaje se desprenden formas de convivencia, de personalidad, de arte, es
decir: de identidad. Es por eso que entrar al mundo de la sordera es como viajar a un
país contenido dentro de otro.
La primera vez que entré a esta cultura, no tenía muchas cosas claras, pero se
me fueron revelando, algunas de ellas de golpe.
Cuando Alberto Lomnitz me invitó a trabajar en el grupo pregunté: “¿tendré un
intérprete?”. La respuesta de Alberto fue tan contundente como sorpresiva: “NO”. Acto
seguido inquirí: “Y ¿cómo me voy a comunicar?”, amablemente Alberto contesto:
“como puedas”.
Aterrado, llegué al ensayo sin más armas que la necesidad de comunicarme y la
buena disposición de los sordos de ayudarme. Y así fue: me comuniqué como pude.
Esto hizo que en menos de dos meses aprendiera el uso básico del lenguaje de señas.
Este episodio me llevó a reflexionar en algo que tal vez para muchos es obvio, pero
que a mi no me había sido revelado con tal contundencia hasta ese momento: El
lenguaje surge por la necesidad de comunicarse.
Una vez entendido eso, viene lo segundo: no es español en señas.
El lenguaje de señas tiene sus propias reglas gramaticales, conjugaciones,
tiempos de los verbos, etc. Están dados por la velocidad de un movimiento, la sutileza
de un gesto y un sin número de variantes que le permiten crear poesía, caló,
culteranismos, y todas las sutilezas existentes en una lengua (¿o debería decir: en una
“mano”?)
¿COMUNICARSE ES COSA DE HABLAR?
En la vida, cuando escuchamos una conversación, por sencilla que sea, es el resultado
de una complejísima red de experiencias individuales, relaciones humanas,
circunstancias personales y sociales, y mil cosas más. Tratemos de ilustrarlo en un
ejemplo:
Vemos a un tipo que espera a otro en un café, el segundo individuo llega con un
retraso; el primero pregunta: ¿Por qué llegas tarde?, a lo que el segundo contesta:
“Porque no pude llegar antes”
La variedad de formas en que escuchemos ese diálogo dependerá de la relación que
guarden esos dos.
Si el retraso es algo extraordinario tal vez la pregunta del primero sea preocupada y la
respuesta del segundo sea tranquilizadora.
Si por el contrario, el retraso es algo habitual, entonces la pregunta será en tono de
reclamo o de fastidio, y la respuesta puede ser apenada o cínica, dependiendo también
de las personalidades de los individuos y de la relación que guarden entre ellos.
A esto hay que sumarle un sinnúmero de variantes (las circunstancias mediatas e
inmediatas de cada uno, su estado de ánimo, etc.)
En la vida, este complejo mapa de datos simplemente existen.
En un texto dramático solo tenemos:
JUAN: ¿POR QUÉ LLEGAS TARDE?
PEDRO: PORQUE NO PUDE LLEGAR ANTES
El trabajo del actor consiste en crear todas las circunstancias y relaciones que llenarán
esas palabras.
Entender la relación con el otro y con su entorno es una de las claves de todo actor
para encontrar la verdad en la interpretación
Ahora bien, ¿cómo se trabaja con un actor cuyo lenguaje no es a través del
verbo sino de la seña? Pues exactamente igual. Es necesario desprenderse de los
prejuicios que acompañan el aprendizaje de las señas, hay que entenderlo con todos
sus alcances y, ¿por qué no decirlo? con sus limitaciones.
¿SORDO O MIMO?
En muchas ocasiones se piensa que el trabajo del actor sordo se basa en la
pantomima. Puede haber puntos en los que se toquen, pero definitivamente no son lo
mismo.
Aunque mis conocimientos en pantomima no son muy ricos, como espectador
me da la impresión de que la pantomima busca copiar a la naturaleza. El Mimo
representa a una persona en medio de una tormenta o dentro de una caja.
El lenguaje de señas, como ya dijimos, es una serie de signos codificados que
buscan estructurar una idea para después trasmitirla.
En todo caso existe otra técnica para la cual el actor sordo tiene grandes
cualidades: el clown.
Un actor sordo se va visto forzado a comunicarse, por lo menos la mayor parte
de su vida adulta, a través de las señas. Esto ha desarrollado en él una energía frontal
envidiable por cualquier actor vocal. La presencia escénica de los actores sordos es
muy contundente. También es capaz de transformar cualquier cosa que deseé
expresar en una seña. Esto crea un tipo de actuación muy frontal y de gran gesto.
Pero no sólo es en el aspecto formal en donde dicha técnica se enriquece. Existe algo
mucho más profundo que hace del actor sordo un buen candidato a entender y
dominar al Clown.
Estos personajes aparentemente son inofensivos, pero el humor les permite
revelar los aspectos más sórdidos de la existencia humana.
La posibilidad de acompañar todo juicio con un: “no te enojes, que no estoy hablando
en serio”, nos da la libertad de hablar de lo que queramos, como bien nos dice Eric
Bentley en La vida del drama.
La marginalidad del silencio y la agudeza en la interpretación de los detalles
visuales le permiten al individuo fijar su atención en sutilezas de su entorno. Mas de
una vez uno se siente desenmascarado por un sordo que te dice: “a mí no me
engañas, a ti te pasa algo”.
Estamos tan confiados en que un: “bien gracias, ¿y tú?” nos protege de revelar
nuestra verdad, que olvidamos que todos nuestros gestos son un lenguaje y que un
sordo los sabe leer. El Clown requiere esa sabiduría; la de reconocer la fragilidad del
ser humano, pero sin aprovecharse de ella, solo ponerla en evidencia y hacer un poco
de escarnio a sus costillas.
Personalmente todo esto me sedujo desde un principio, ya que como dice la canción:
“uno no es lo que quiere, sino lo que puede ser, y es verdad: soy un payaso”. Sin
embargo la técnica de la actuación en señas tiene muchas más posibilidades.
APROVECHÁNDOSE DE LOS SORDOS
Todas estas características hacen del lenguaje de señas una gran herramienta para
entrenamiento en actores oyentes. Desarrolla su presencia escénica, le da complejidad
a su expresión gestual al transformarla en lenguaje, ayuda a explorar y ampliar sus
recursos de comunicación, entre otras muchas cosas.
Pero independientemente de sus cualidades didácticas, el lenguaje de señas se puede
utilizar como un elemento escénico, más allá de que la obra que realice sea toda en
señas o no.
En mi experiencia, he utilizado fuera de Seña y Verbo esta técnica en dos
montajes. Algo interesante es que los ejemplos que mencionaré tienen características
muy diferentes. En una el efecto buscado era de farsa cómica y en el otro de sutileza
poética en un melodrama.
En la obra infantil La Risa Extraviada uno de los personajes era un payaso
mudo que se comunicaba por señas. Esta forma de “hablar” lo transformaba en un
personaje excéntrico muy adecuado para el mundo que habitaba.
En la obra Zorros Chinos de Emilio Carballido, utilicé la técnica para que una
máscara narrara una historia antigua que un príncipe chino le traducía a la
protagonista. El momento tomaba un hálito mágico en la historia, pues al estar
narrado con las manos se transformaba en una danza ritual, como si el hecho de
dibujar las palabras en el viento hiciera que el pasado se materializara.
Estos son sólo dos ejemplos del uso del lenguaje de señas en una obra no de
señas, pero el recurso tiene una gran cantidad de posibilidades. Y. ¿cómo no nos va a
entusiasmar a los directores de teatro un lenguaje en donde las palabras más que
decirse, ocurren?
LA SORDERA COMO FUENTE DE INSPIRACIÓN
El otro aspecto en que mi experiencia en Seña y Verbo ha sido trascendente en mi
vida, es la de ampliar mis horizontes al tener la posibilidad y el gran honor de penetrar
a un mundo completamente nuevo, al tratar de entender esa cultura incrustada en la
ya de por sí compleja cultura mexicana.
Con Alberto Lomnitz tuve la oportunidad de estar cerca de la creación del texto
Ecos y Sombras en donde el grupo probó, entre otras cosas, a sus actores en un tono
realista, logrando personajes complejos, demostrando que son actores ya con una
sólida formación, con conocimiento en una amplia variedad de técnicas y con la
suficiente solvencia como para navegar en una gran cantidad de estilos de teatro.
A fin de cuentas, un actor sordo no es más que un actor que no puede oír, a
diferencia de tantos otros actores que son sordos porque no quieren escuchar.
Quitarnos el prejuicio a trabajar con esta técnica y con estos actores debe
empezar por quitarnos el prejuicio a entender el fenómeno de la sordera.
Revisemos nuestra bíblica e inevitable sensación de culpa que nos impide ver a
la gente con discapacidades físicas en toda su complejidad. Un sordo es una persona
que no oye. Eso le da ciertas capacidades y ciertas limitaciones que desde luego
definen su carácter, pero en todo lo demás es una persona llena de virtudes y defectos
como todos.
Es tan peligroso subestimar a la gente como llenarla de virtudes que no tiene.
Si fuéramos menos egoístas haríamos un esfuerzo por entender a la gente con todas
sus aristas.
Lo más fácil es encerrarlo todo en tres grupos: Los que son más miserables
que yo, los que son más felices que yo y yo.
En una ocasión comenté que unos amigos sordos pensaban a casarse. Este
comentario hizo que una amiga ajena al mundo de la sordera se pronunciara de la
siguiente manera: “de veras, qué lindo que se casen”
Esto podría ser un comentario inocente y digno de ser calificado como una
expresión de simpatía. Sin embargo, en el fondo revela un prejuicio, dando por hecho
que el derecho a contraer matrimonio y formar una familia es algo lejos de sus
posibilidades. Es por eso que la aclaración que hago de que un sordo es solo una
persona que no oye, es una obviedad que no todos han entendido.
No digo que ser sordo sea una bendición, pero es una circunstancia más en la
vida de muchos individuos que son parte de nuestra sociedad. Integrarlos requiere
mucho más esfuerzo del gobierno, de la sociedad civil y del pueblo, que el de donarle
un peso al Teletón.
No seamos flojos y entendamos que una persona es todo lo que lo compone: si
nació en México, si es sordo, si es hombre o mujer, si sabe bailar, si es desentonado, si
es flaco o es gordo, si le gusta el pollo, si es alto, si mide metro y medio, si es
diabético, si es cero positivo, si es padre de tres hijos, tiene 45 años o está en su
adolescencia, o incluso si lee a Miguel Ángel Cornejo (aunque no todo se perdona).
Carlos Corona

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