martes, 5 de febrero de 2013

Escuchando al alma en silencio

Ante el vacío de atención al 10% de población no oyente, algunas psicólogas han empezado a cubrirla Amaia Ortiz de Jiménez decidió estudiar Psicología y lengua de signos (LS) al mismo tiempo, tras observar las dificultades que su hermano no oyente y su entorno de personas sordas tenían para imbricarse en la sociedad, y el malestar emocional que eso conllevaba. "Me di cuenta de que la lengua oral no era suficiente en el mar de las emociones", define. Llena de iniciativa, estuvo varios años tratando a pacientes en lengua de signos, pero "tenía claro que quería abrir un gabinete psicológico para personas con discapacidad auditiva, en LS", al observar un vacío en la atención para personas sordas en el Norte peninsular. Así, además de los servicios que se prestan en Madrid y en lugares más punteros como Suecia y Holanda, Amaia sólo conocía algunos casos puntuales, en Donostia o Barcelona, de atención psicológica a no oyentes. Y se empeñó, en plena crisis económica, en abrir Osagor, gabinete que conforma su nombre con los conceptos de "salud" (osasuna) y "sordo" (gorra). Tras un año de andadura su balance es "muy positivo", y tiene la satisfacción de estar ayudando anímicamente a no oyentes de la Comunidad Autónoma Vasca con una herramienta, la LS, que dice haber interiorizado. Amaia ha volcado en este proyecto una gran ilusión y un largo curriculum, en el que figuran un máster en Psicoterapia de Tiempo Limitado y Psicología de la Salud, especialización en hipnosis clínica y relajación con población normoyente (oyente) y sorda y, entre otras cosas, varios años asistiendo a mujeres víctimas de violencia de género. Además, tiene todos los niveles de formación en lengua de signos. Amaia Ortiz de Jiménez se comunica con una paciente en lengua de signos. Su uso permite terapias individualizadas y un acceso mayor al interior de la persona. (J.M.M.) Las palabras del silencio El departamento en el que tiene consulta Amaia en el centro de Bilbao es recogido, coqueto, con ese feng shui propio de las consultas de profesionales de la salud holísticos, una luz tenue y una música de fondo relajante, de olas de mar... Ella tiene una cara simpática, sonriente, e incluye algunos discretos motivos étnicos en su atuendo, acordes con el entorno. Y su voz es suave y agradable, pero eso sus pacientes no lo saben. Cuando nos juntamos con Juanjo Abascal, veterano profesor de lengua de signos y uno de los líderes de la Federación Vasca de Asociaciones de Personas Sordas-Euskal Gorrak, y dos de las pacientes, Diana y Amaia, para comentar sus experiencias, hay ratos en que, vocalizando bien y lentamente, nos entendemos; otras, en que Amaia o Juanjo hacen la traducción simultánea con signos... pero hay momentos en que, por inercia y metidos en el fragor de la conversación, ya sólo se oye alguna "p" soltada al aire, quizás una "b"... Es una charla de signantes, gestual, con un ágil movimiento de manos, en la que los sonidos o la música ya no aportan nada. La sensación para la intrusa es parecida a la de bucear por el fondo del mar... Este mundo aparte que se crea es una atmósfera necesaria para desarrollar la psicoterapia para personas sordas. Precisamente las dificultades que alguien no oyente tiene a la hora de expresar sus sentimientos produce muchos bloqueos y malestares emocionales. "No me cansa expresarme con lengua de signos: me cansa y me pone nerviosa no poder expresarme", señala la bilbaina Amaia, dando en el clavo del leit motiv que llevó a Ortiz de Jiménez a ahondar en los problemas emocionales que abundan en la comunidad no oyente. "Les crea ansiedad, muchas veces rabia y frustración la dificultad para comunicarse", relata la terapeuta. Así, además de los problemas que puede tener toda persona, las discapacitadas auditivas adolecen en muchas ocasiones de autoestima baja y "se sienten excluidas". Juanjo comenta muy enfáticamente que, en una reunión de oyentes y no oyentes, la persona sorda que entiende el movimiento de labios traduce a todos, mientras que los hablantes terminan charlando entre ellos, dejándoles fuera de la conversación. "A veces pienso que la desproporción de sordos y oyentes tendría que ser inversa, para que los hablantes se dieran cuenta de la discriminación que sufrimos", apunta. En este sentido, es importante saber que a una persona no oyente no hay que hablarle gritando, sino lentamente y vocalizando bien. A poder ser, empleando términos sencillos, pues su lengua está conformada por muchos elementos simbólicos y no complejos. Hay sordos muy cultos, pero algunos se retrasan en el acceso a la cultura por su sensación de exclusión. Las barreras de una sociedad hablante generan que les dé pereza ver ciertos programas en la televisión o películas en el cine. Además de los avances en Aste Nagusia de Bilbao, por ejemplo, el Festival de Cine de Tolosa les quita alguna espina... Más que signos Un psicoterapeuta para discapacitados auditivos ha de conocer bien la cultura y costumbres de la comunidad sorda, más allá de la lengua de signos. Amaia Ortiz de Jiménez indica que la terapia en lengua de signos es "diferente, mucho más simbólica, sin tanta defensa cognitiva". Ella desarrolla una terapia global y "a medida" de la persona. Con pacientes sordos, aplica las técnicas MCI, con masajes en la cabeza y sin usar la voz, induciendo a un estado disociado. Durante años, algunas personas sordas acudían al médico o al psicólogo con ayuda de un intérprete, pero, además de que eso les producía una sensación de dependencia, no podían expresar con privacidad sus pensamientos y sensaciones. Ahora, con iniciativas como ésta, Diana se alegra de que "ella me puede entender mejor". Amaia se confiesa "muy a gusto, contenta de haber encontrado una profesional que sepa LS". Así lo corrobora otra paciente, Laura: "He estado muchos años buscando un profesional que me ayudara a paliar mis ansiedades y comecocos, pero los psicólogos no están capacitados, por desconocimiento, porque no vocalizan bien...". "Somos como escoltas, debemos dar la caña, no el pez", subraya Amaia, quien habla de la importancia de la empatía. En el caso de Diana, narra con su inteligente mirada y bastante dominio oral que, de niña, se sentía querida y apoyada por su familia, pero que de adulta "los problemas si eres sordo son mayores". Idoia agradece la confidencialidad que le otorga Amaia. "Gracias a ella logré ver de forma más clara los problemas y me dio fuerza para afrontarlos". "Un psicólogo que no conoce los signos no puede conectar, porque no empatiza", añade Juanjo. Y un intérprete "no sabe de psicología, es difícil traducir una terapia que, además, es individual", concreta la terapeuta. "Los sordos tenemos más problemas que los oyentes, y en terapia no tenemos tantos recursos y matices", considera Amaia. Ella y Diana creen que las personas sordas pueden empatizar mejor con otras que sufren marginación por razones de pobreza, raza o género, por ejemplo. Y piensan que las personas que mejor les entienden son sordas. Enseguida captan un chiste. Y es que "sus ojos son sus oídos". Paso a paso para entender puentes ● Población no oyente. Un 10% de la población estatal sufre algún tipo de hipoacusia. En la CAV hay unas 4.000 personas sordas. ● Grados. Hay sorderas profundas, personas con implantes auditivos, sordos signantes, otros que utilizan la lengua oral (bimodales)... El término "sordomudo" es incorrecto y les molesta mucho. Su aparato fonador suele funcionar perfectamente, pero al no oír presentan problemas orales. ● Expresiones propias. La población sorda tiene expresiones y hasta chistes propios. Por ejemplo, dicen "patata" cuando algo es un fiasco, mientras que denominan "as" a algo sobresaliente. ● Abriendo brecha. Las psicoterapias para personas con discapacidades auditivas están muy desarrolladas en Suecia. En el Estado fue el Gregorio Marañón el que inició la atención a no oyentes. El Hospital de Basurto le ha cogido el testigo. ● Campo abierto. ¿Sabían que no hay que atravesarse en una 'conversación' entre signantes? No se "escuchan", como ellos dicen. Por eso suelen hablar en círculo. Para llamarles, toquen su hombro, suavemente. Del mismo modo, esas cenas con velas, flores y copitas varias sobre la mesa no son nada románticas, ya que nadie se puede declarar en lengua de signos con tantas interferencias... http://www.deia.com / cristina m. sacristán

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