domingo, 29 de abril de 2012

Cuando solo escucha el corazón...

Le falta la audición desde su nacimiento. Su lucha por dejar de ser diferente la enfrentó con ella misma. Janeth Mendoza se convirtió en maestra. Es sorda y apoya a los niños con esta discapacidad Una noche de lluvia el estruendo de un rayo la despertó. Este fuerte y tenebroso ruido es de los pocos que Janeth Mendoza logra escuchar. Esa noche dio gracias a Dios por ser sorda porque pensó que con la lluvia nadie lograba dormir. "Otra de las cosas por lo que me da gusto no escuchar son tantas cosas malas que salen de la boca de muchas personas", asegura Janeth, aunque afirma que hay sonidos que le gusta imaginar, como el sonido del mar y sobre todo la voz de su mamá. A sus 25 años, Janeth, originaria de Muy Muy, un municipio de Matagalpa, se ha convertido en una de las pocas maestras sordas que hay en el país. Su labor va más allá de la vocación de enseñar. Ella quiere que todos los niños sordos del país aprendan a leer y escribir y logren sobre todo comunicarse con las personas oyentes. "Anhelo ser una maestra que enseñe a los niños sordos a enfrentar la vida, sin miedos ni prejuicios, a que no se detengan por nada ni nadie", expresa Janeth. El próximo año comenzará la universidad para conquistar el título en la licenciatura en educación. Ciencias Sociales y Español son las materias que ansía impartir a los estudiantes, aunque admite que precisamente Español sería la materia más difícil para una maestra sorda. Lograrlo es su reto y ya está en el camino. Aunque tal como cuenta, no ha sido nada fácil, y en la universidad tampoco espera que lo sea, pues deberá conseguir un intérprete que la acompañe en todas sus clases, un servicio que al menos por hora le costaría 15 dólares. "Pero lo voy a lograr", dice Janeth. Su niñez fue de pobreza, así la describe. Su madre lavaba y planchaba ajeno, su padre albañil de profesión. Ninguno de los dos podría asegurarle un futuro exitoso a Janeth, quien compartía el tiempo con el mundo de imaginaria bulla de sus dos hermanos, ambos oyentes. "De niña me costaba tanto comunicarme. Me deprimía y era común que me vieran en un rincón de la casa solo dejando que el tiempo pasara... era frustrante no poder comunicarme... Movía las manos, hacía gestos pero nada", recuerda Janeth y lo cuenta al ritmo de sus manos, que danzan en el aire haciendo miles de señales durante la plática. Un intérprete está a su lado y le presta su voz. Hasta la calle era un peligro mayúsculo para Janeth, y lo comprendió cuando solo acompañada podría salir. Una tarde caminaba por la calle y dentro de su mundo silencioso solo su voz maquinaba sus sueños de grande. "De repente noté que toda la gente me miraba y abrían sus bocas y me apuntaban... caminaba a media calle y no me había fijado que una fila de carros esperaba a que me apartara. Supongo que pitaban y me gritaban cualquier grosería. Pero y qué voy a hacer, si soy sorda, fue lo que pensé", recuerda Janeth. Desde esa tarde su madre no dejó que saliera sola a la calle por temor a que la atropellaran. janeth_mendz A LA CONQUISTA A la Escuela Cristiana de Sordos llegó hace tres años. El primer año como voluntaria. Apoyaba a los estudiantes en sus tareas y muchas veces a darles ánimo para que no dejaran el colegio. "Cuando no entendés el significado de algo te entristecés y para los sordos es más difícil porque cada palabra debe tener un significado muy gráfico para lograr comprenderlo. Al no lograrlo deprimía a los niños y yo estaba ahí para animarlos para que, aunque con dificultad, comprendieran" comenta Janeth. Desde hace dos años se convirtió en la maestra de expresión cultural y artística y además imparte la clase de educación cristiana. Y es buena maestra de danza, tanto así que también los estudiantes oyentes reciben su clase. De cómo aprendió a bailar sin escuchar jamás una nota musical fue el reto que más disfrutó. Todo inició en el mercado de Muy Muy, cuando la mamá de Janeth saludó a una monja. "Mi mamá me presentó y supongo que le dijo que yo era sorda". La monja recomendó a la señora una escuela especial para Janeth, ubicada en Ciudad Darío. Se trataba de una casa hogar donde Janeth empezaría su sueño de aprender a leer y escribir. A sus 6 años comenzó su primaria como cualquier otra niña oyente. UNA SORDA QUE QUERÍA QUE EL MUNDO LA ESCUCHARA "Recuerdo que no me gustaba. El colegio era muy grande... y mi mamá me tenía que dejar", cuenta Janeth. Pero los días empezaron a tomar mejor forma cuando el profesor de danza empezó a darle clases. Fue una buena decisión. Su maestro le dibujaba en papel los pasos y le marcaba en dos tiempos cada movimiento. Así aprendió a bailar folclor. Sin escuchar la música y tan solo imaginando melodías que hasta el día de hoy continúan danzando en un mundo sin sonido. El baile la llevó a conocer escenarios de otras escuelas en Costa Rica, El Salvador, Japón y Estados Unidos. Su mundo sin sonidos le daba la oportunidad de conocer qué había más allá del pueblo donde nació, de las escuelas donde estudiaba y de la gente que conocía. "El ser sordo no es una discapacidad, yo no lo siento así porque siento que lo puedo lograr todo, incluso más que una persona oyente", asegura Janeth. A sus 13 años terminaba la escuela primaria y el lenguaje táctil ya era su fuerte. El conocimiento se lo transmitió a sus hermanos y por fin lograba comunicarse con ellos. Para entonces las señas eran menos complicadas. Entre ella, sus hermanos y su mamá habían creado varias señales para comunicarse, pero Janeth sentía que faltaba más. Con su preparación, y ya por concluir el quinto año de secundaria, Janeth pudo participar en jornadas de alfabetización en su ciudad natal, donde enseñó a leer a niños de 5 y 6 años y adultos sordos, gente que jamás tuvo la oportunidad de una escuela. "Era muy difícil porque no conocían nada del lenguaje de señas", recuerda Janeth. LAS PUERTAS SE ABREN Su título de maestra titulada no es un adorno en la pared de la oficina del colegio. Le llena de orgullo y lo tiene presente cada día, porque lograrlo fue además de mucho esfuerzo, el resultado de mucho tiempo sola y muchas lágrimas. Una marcha de la Asociación Nacional de Sordos dio la apertura de la educación secundaria para sordos, oportunidad que Janeth no desaprovechó. Cumplía 13 años cuando comenzó la escuela secundaria, pero su emoción se detuvo cuando el tercer año no abrió por falta de alumnos. Su búsqueda para terminar el bachillerato la llevó a una escuela para sordos ubicada en el reparto Bello Horizonte, de Managua. Ahora adolescente el tiempo pasaba más rápido y lo disfrutaba con sus compañeros de clases. La Escuela Normal Central de Managua Alesio Blandón Juárez fue el siguiente paso para Janeth. Y aquí logró su título de maestra. LA VOZ DE SU MADRE "En mi casa las barreras de comunicación fueron cayendo. Con mis hermanos ya me comunico con facilidad, pero aún es con mi mamá con quien a veces hay dificultad porque es la única que en casa no ha aprendido el lengua táctil y de señas. Sin embargo, con ella es una comunicación más especial", dice Janeth. Para Janeth la voz de su mamá debe ser dulce, suave y muy tierna. Así se la imagina y aunque probablemente nunca la escuche, no pierde la esperanza de que un día sus oídos logren percibir el sonido de la voz de la mujer que más la inspira: su madre. "Te amo hijita linda", es una de las expresiones que Janeth ha descubierto en los labios de su madre, que ha aprendido a leer poco a poco con el paso del tiempo. Pero solo lo logra cuando su mamá le habla despacio. "Siento que ha sido una dicha lograr lo que he logrado. Ha sido mucho esfuerzo y eso es lo que quiero que los niños y niñas sordos vean. Que si quieren llegar a ser ingenieros, arquitectos o médicos, pueden lograrlo, solo se lo tienen que proponer", asegura Janeth. Por Róger Almanza G. / http://www.laprensa.com.ni

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