miércoles, 19 de enero de 2011
Sordera desde la cuna :Cinco de cada mil bebés nacen con problemas de audición
Cinco de cada mil bebés nacen con problemas de audición
Al margen de definiciones o descripciones científicas, la sordera es, según los especialistas, un trastorno diverso y mal comprendido que conlleva un importante obstáculo añadido a la ya de por sí grave discapacidad, toda vez que altera o dificulta la comunicación y, consecuentemente, el desarrollo humano. Esto último porque el mayor sordo suele ser la sociedad, caracterizada mayoritariamente por una actitud nada comprensiva hacia quienes padecen problemas de audición.
Pero como casi siempre ocurre con tantos otros trastornos, es cuando se descubren indicios de sordera en un bebé cuando el problema adquiere una dimensión casi dramática, sobre todo para los padres. Cada año se detectan en España más de 2.500 nuevos casos de niños recién nacidos afectados por algún tipo de discapacidad auditiva. El 80 por ciento de las sorderas infantiles permanentes están presentes en el momento de nacer, razón por la que la detección precoz de este trastorno es fundamental para detectar cualquier tipo de alteración auditiva, ya que una vez definidas y tratadas éstas, es posible promover en el bebé el desarrollo adecuado de habilidades en el proceso de comunicación.
Datos de la Confederación Española de Familias de Personas Sordas (FIAPAS) revelan que cinco de cada mil bebés nacen con problemas de audición, de los que el 60 por ciento tiene un origen genético.
Las enfermedades prenatales explican el 5-10 por ciento de los casos de pérdida de audición congénita incluyendo las infecciones durante el embarazo como la rubéola, citomegalovirus, herpes o sífilis, consumición de tóxicos por la madre durante la gestación (alcoholismo, tabaquismo, drogodependencia…) y otras circunstancias que tienen lugar en el momento del parto o inmediatamente después. Igualmente los niños prematuros corren un mayor riesgo de convertirse en discapacitados auditivos. Unido a ello cabe añadir que ciertos medicamentos antibióticos como la estreptomicina y otros derivados, también pueden ser causa de problemas auditivos en el niño, así como determinadas infecciones del oído como la otitis media, que puede dar origen a una pérdida de audición temporal o desembocar en una discapacidad auditiva permanente si no es debidamente tratada.
Diversos estudios también han demostrado que estos niños son víctimas propicias de dificultades en el desarrollo del lenguaje oral y en el posterior aprendizaje, razón por la cual la primera recomendación de los especialistas es someter a todos los bebés a una prueba diagnóstica (screening) a fin de identificar posibles deficiencias a este respecto.
Síntomas
El Programa de Detección Precoz de la Sordera, aprobado en 2003 por el Ministerio de Sanidad y las Comunidades Autónomas, ofrece, entre otros servicios, la posibilidad de que se lleve a cabo un seguimiento individualizado de cada niño con discapacidad auditiva y, a la vez, proporciona formación a los padres sobre cómo actuar y afrontar la situación. Algunos autores advierten sobre la tendencia de algunos padres a sobreproteger al pequeño sordo, lo cual puede acabar por anularlo en el proceso de normalización y desarrollo. Este extremo no debe ser ignorado, pues, como apunta el especialista Jesús Domingo Segovia, de la Universidad de Granada, se corre el riesgo de que, desde el momento en que se detecta en el niño el problema de la sordera, pase a ser tratado por sus progenitores como un deficiente, lo que a la postre puede ser para él posible fuente de otros trastornos sobreañadidos, como baja autoestima, desconfianza, aislamiento, etc.
Observar al bebé
El screening auditivo que se realiza a los recién nacidos permite detectar problemas auditivos antes de los tres meses de vida. De esta forma se logra iniciar cuanto antes el tratamiento que va a permitir mejorar o corregir la alteración auditiva antes de que se supere el periodo de desarrollo del lenguaje oral, que está comprendido entre los 0 y los 3 años.
Es conveniente estar atentos a determinados signos que se desprenden del comportamiento del bebé y que pueden ser síntomas de alguna anomalía auditiva, como la ausencia de respuesta ante un sonido, si se mantiene indiferente ante una llamada de sus padres, si no muestra sobresalto o no se altera ni se despierta ante cualquier ruido inesperado surgido del ambiente, si pide que aumenten el volumen de la tele o del aparato de música, si a partir de los 2 años de edad aún no es capaz de balbucear las palabras “papá” y “mamá”, si emite sonidos ininteligibles, etc.
Los expertos recomiendan concretamente observar si, a los siete meses, el niño se despierta cuando hay ruidos fuertes, timbres o sirenas, si reacciona ante el ruido que produce una persona que se aproxima y que no ve, o si reacciona al oír hablar a personas conocidas sin verlas. También cabe tomar nota de si el niño intenta localizar aquellos ruidos que llaman la atención y si balbucea.
Una vez conocido el problema y confirmado el diagnóstico, entran en escena tres profesionales: el otorrino, el audioprotesista y el logopeda, quienes procederán a determinar el diagnóstico y el tratamiento a seguir, así como prescribir las prótesis auditivas más adecuadas, determinar la adaptación de un audífono o la realización de un implante coclear en el caso de las sorderas severas y profundas y, por último, estimular y facilitar el desarrollo de la comunicación y el lenguaje oral.
También en este proceso es conveniente que los padres contacten con las asociaciones de familias o de padres de niños sordos, donde podrán obtener información actualizada y especializada en relación con la sordera de sus hijos y, a la vez, podrán contar con el apoyo emocional de otras familias que atraviesan por la misma experiencia
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