lunes, 16 de julio de 2012
Los sordos de nacimiento procesan el sentido del tacto de manera diferente a quienes nacen con audición normal
Las personas que nacen sordas procesan el sentido del tacto de manera diferente que las personas que nacen con audición normal, según una investigación financiada por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos. El hallazgo revela que la pérdida temprana de un sentido -en este caso la audición- afecta el desarrollo cerebral. Este estudio se agrega a una lista creciente de descubrimientos que confirman el impacto de las experiencias e influencias externas en el desarrollo del cerebro. El estudio ha sido publicado en 'The Journal of Neuroscience'.
La investigadora Christina M. Karns, del Laboratorio de Desarrollo del Cerebro de la Universidad de Oregón, y sus colaboradores, han descubierto que las personas sordas utilizan la corteza auditiva para procesar estímulos táctiles y visuales, a un grado mucho mayor del que se produce en las personas oyentes. El hallazgo sugiere que, dado que el desarrollo de la corteza auditiva de las personas con sordera profunda no está expuesto a estímulos sonoros, éste se adapta y asume otras tareas de procesamiento sensorial. "Esta investigación muestra cómo el cerebro es capaz de modificar las conexiones neuronales de manera dramática", afirma el coautor James F. Battey Jr.
Investigaciones anteriores, incluyendo estudios realizados por la directora del Laboratorio de Desarrollo del Cerebro, Helen Neville, han demostrado que las personas que nacen sordas son mejores en el procesamiento de la visión periférica y el movimiento. Las personas sordas pueden procesar la visión en diferentes regiones del cerebro, especialmente en las áreas auditivas, incluyendo la corteza auditiva primaria. Sin embargo, nadie hasta ahora había abordado la cuestión sobre si la visión y el tacto en conjunto se procesan de manera diferente en las personas sordas.
En la nueva investigación, Karns y sus colaboradores desarrollaron un aparato único, que podía ser usado con unos auriculares, aplicado mientras se le realizaba a los sujetos del estudio una resonancia magnética (IRM). Unos tubos flexibles, conectados a un compresor en otra habitación, dirigía soplos silenciosos de aire por encima de la ceja derecha y la mejilla, bajo del ojo derecho. Por otro lado, los sujetos fueron también expuestos a una serie de estímulos visuales -breves pulsos de luz. Posteriormente, mediante resonancia magnética funcional, se midieron las reacciones a los estímulos en el giro de Heschl -situado en la corteza auditiva primaria, en el lóbulo temporal del cerebro humano- y en otras áreas del cerebro.
Los investigadores aprovecharon una ilusión perceptiva que ocurre en oyentes, conocida como ilusión de doble flash, en la que un solo destello de luz se combina con dos o más eventos auditivos breves, que se perciben como múltiples flashes de luz. En su experimento, los investigadores utilizaron un soplo doble de aire como estímulo táctil, para remplazar el estímulo auditivo, pero mantuvieron el único destello de luz. Los sujetos también fueron expuestos a estímulos táctiles y estímulos de luz, por separado, y a periodos de tiempo sin estímulos para establecer una línea de base para medir la actividad cerebral.
Las personas oyentes expuestas a los dos soplos de aire, y un destello de luz, vieron solo un flash. Sin embargo, al exponerse a la misma mezcla de estímulos, los sujetos sordos vieron dos destellos. En los escáneres cerebrales de aquellos que vieron el flash doble, los científicos observaron una actividad mucho mayor en el giro de Heschl, aunque no todos los cerebros de las personas con sordera respondieron en el mismo grado -las personas sordas con niveles más altos de actividad en la corteza auditiva primaria, en respuesta al tacto, también respondieron con más fuerza a la ilusión.
Este hallazgo podría ayudar a las personas sordas de varias maneras. Por ejemplo, si el tacto y la visión interactúan más en estas personas, se podría utilizar esta interacción para ayudar a los estudiantes sordos a aprender matemáticas, o lectura.
Además, el hallazgo también tiene el potencial de ayudar a los médicos a mejorar la calidad de la audición después de los implantes cocleares -especialmente entre los niños sordos congénitos- que son implantados después de los 3 ó 4 años.
Estos niños, que han carecido de información auditiva desde el nacimiento, pueden tener dificultades con la comprensión y el habla, porque su corteza auditiva se ha encargado de otros sentidos, como el tacto y la visión -estos cambios pueden hacer que sea más difícil para la corteza auditiva recuperar la función auditiva después de la implantación coclear. Ser capaz de medir la cantidad de la corteza auditiva que se encarga del procesamiento sensorial podría ofrecer a los médicos una nueva serie de programas de intervención que ayuden a la reconversión del cerebro a dedicar más capacidad al procesamiento auditivo.
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