Tengo 35 años y he intervenido 20 veces ya en el Europarlamento. Soy húngaro, aunque represento a 50 millones de discapacitados europeos. Tengo dos hijos, también sordos, con los que me comunico plenamente con signos. Nosotros vemos cosas que ustedes no oyen
Mis abuelos maternos y paternos oían perfectamente, pero, por algún motivo, mi padre y mi madre nacieron sordos. Yo también me casé con otra persona auditivamente impedida y tenemos dos hijos también sordos...
Lo siento.
No lo sienta. Yo no lo siento. Al contrario, creo que he tenido la suerte de vivir los dos mundos, porque mis abuelos no eran sordos y aprendí a leerles los labios; con mis padres, con mi ex mujer y mis hijos sordomudos hablo con signos; igual que con mi actual pareja, también discapacitada.
¿Tiene ventajas el lenguaje de signos?
Nos da una mejor comprensión de algunas realidades y nos permite un entendimiento perfecto entre nosotros. No quiero parecer pretencioso, pero yo diría que los sordos vemos más cosas que ustedes: vemos cosas que ustedes no pueden oír.
¿En qué sentido?
Ustedes miran el mundo un poco - y perdóneme por el símil- como un caballo con anteojeras: sólo en profundidad; sin perfeccionar su visión periférica. Por eso se pierden tantos detalles reveladores que no están en su plano central de lo que está sucediendo.
Por ejemplo.
No podrá mentir a un sordo de nacimiento.
¿Por qué?
Porque el mentiroso que oye está pendiente de disimular la mentira sólo en su rostro, ya que quienes pueden oír y hablar sólo se fijan en la cara del hablante.
¿Y a los sordos no se las cuela?
No, porque los sordos de nacimiento, como nos concentramos en la visión, sabemos detectar los detalles periféricos del lenguaje corporal, y es en ellos precisamente donde detectamos los engaños del mentiroso, por mucho que sepa fingir con su cara.
Una virtud inestimable en política.
Bueno, supongo que sí, pero la verdad es que cuando empecé a preocuparme por los demás yo no quería dedicarme a la política, pero casi me vi empujado hacia ella.
¿Cómo?
Fui el primer universitario sordo de la historia de Hungría; después, fui presidente de la Asociación de Sordos, y luego me licencié en Derecho y fui el primer letrado sordo que ejerció en mi país. Y en un bufete de prestigio... Enseguida tuve propuestas de los partidos para figurar en sus listas.
Veo que las aprovechó.
He sido el primer eurodiputado sordo de la historia y eso también me convierte de facto en el representante en la Eurocámara de 50 millones de discapacitados europeos.
¿Cuántas veces ha intervenido?
Veinte.
¿La más importante?
La primera, porque también hizo historia: fue la primera utilización del lenguaje de signos en la Eurocámara.
Ya le he visto con todos esos intérpretes de signos.
Es una expresión más de la diversidad cultural europea. Creo que es una riqueza.
¿Permitiría a sus hijos un implante de cóclea?
No.
¿Por qué?
Porque no está demostrado que esa técnica sea eficiente siempre y, en cambio, impide a los niños sordos aprender el lenguaje de los signos, que sí los integra plenamente en todos los casos.
Pero hacerles el implante permitiría oír a muchos niños.
Ya veremos si se mejora la técnica. Si el implante no impidiera aprender el lenguaje de signos, lo mejor sería practicarlo y enseñar los signos, pero, como tras el implante no es posible aprender los signos, lo más seguro es enseñar los signos y no hacer el implante.
¿Qué porcentaje de niños intervenidos consigue oír con implante?
En Alemania logran éxitos en el 50 por ciento, pero con lo que cuesta el implante para 20 personas podemos pagar enseñanza del lenguaje de signos para 10.000 sordos.
¿Qué países integran mejor a sus discapacitados?
En Europa tenemos dos modelos y los dos interesantes: los escandinavos han puesto el acento en el individuo; garantizan su capacitación profesional, personal y económica, pero los países latinos tal vez integren mejor socialmente al discapacitado. Deberíamos aprender de los dos modelos. Por cierto, que estuve hace poco en España estudiando su modelo de integración...
¿Y...?
Magnífico. Estuve en un colegio de niños que oían y otros auditivamente impedidos. En la enseñanza se utilizaban los dos lenguajes, el español de signos y el español, y nadie podía distinguir por las notas o la actitud o capacidad de los estudiantes quién era o no era discapacitado.
Me alegro.
Mire, yo soy consciente de que mi presencia en la Eurocámara es cara y que integrar a los discapacitados requiere también un esfuerzo de todos, pero estoy convencido de que si les dan la oportunidad, la mayoría de los discapacitados trabajan y pagan sus impuestos y así devuelven esa inversión.
No lo dudo.
Pero ese es un esfuerzo que no depende sólo de 50 millones de europeos discapacitados, sino de los 500 millones de ciudadanos de la Unión Europea.
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