Érase una mano estupenda, una mano delicada, con los dedos largos y huesudos.
Estaban un día el dedo gordo y el índice hablando tranquilamente y el gordo presumía:
- Mira, chico, yo valgo para cosas más interesantes que tú. Por ejemplo, la gente cuando gana pone el pulgar hacia arriba.
Y el índice le contestaba:
- Lo que tú quieras, pero sin mí no pueden señalar, con el gordo no pueden indicar ése o ése.
Y el gordo seguía:
- Tonterías, cosas sin importancia, fíjate si yo soy imprescindible, que soy la huella única y personal que se estampa en el carné de identidad.
Y el índice atacaba:
- Vale, pero sólo moviéndome a mí a izquierda y derecha, se puede decir que "no" sin palabras.
Así estaban en plan "chincha rapiña que tengo una piña, con muchos piñones que tú no los comes", cuando el dueño de la mano quiso coger un espárrago para comérselo y los dos se encontraron juntos haciendo una pinza, entonces se abrazaron y se dijeron:
- Dejémonos de discusiones, cada uno vale para lo que vale, pero
en realidad la unión hace la fuerza, unidos valemos para el doble de cosas, que es lo importante.
Y así pasa en la vida, lo mejor, aparte de las virtudes de cada uno, es cuando se unen esfuerzos para que la humanidad avance.
(Texto extraído del libro Cuentos para contar en un minuto y 1/2)
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