miércoles, 1 de junio de 2011

EFECTOS DEL RUIDO SOBRE LA SALUD


Malestar
Es tal vez el efecto más común del ruido sobre las personas y la
causa inmediata de la mayor parte de las quejas.
La sensación de malestar procede no sólo de la interferencia con
la actividad en curso o con el reposo sino también de otras sensaciones, menos definidas pero a veces muy intensas, de estar
siendo perturbado. Las personas afectadas hablan de intranquilidad, inquietud, desasosiego, depresión, desamparo, ansiedad o
rabia. Todo ello contrasta con la definición de “salud” dada por

la Organización Mundial de la Salud: “Un estado de completo
bienestar físico, mental y social, no la mera ausencia de enfermedad” (Pereira et al. 2002).
El nivel de malestar no varía solamente en función de la intensidad del ruido y de otras características físicas del mismo que
son menos objetivables (ruidos “chirriantes”, “estridentes”, etc.)
sino también de factores tales como miedos asociados a la fuente
del ruido, o el grado de legitimación que el afectado atribuya a
la misma. Si el ruido es intermitente influyen también la intensidad máxima de cada episodio y el número de éstos (Hansen
1996, Pereira 2002).
Durante el día se suele experimentar malestar moderado a partir
de los 50 dB(A), y fuerte a partir de los 55 dB(A). En el periodo
nocturno, en estado de vigilia, estas cifras disminuyen en 5 ó 10
dB(A) (Tolosa 2003).
Interferencia con la Comunicación
El nivel de presión sonora que genera una conversación moderada, a un metro del locutor, es entre 50 dB(A) y 55 dB(A).
Hablando a gritos se puede alcanzar a 75 dB(A) u 80 dB(A). Por
otro lado, para que un mensaje oral posea una inteligibilidad del
80% se requiere que éste supere en alrededor de 12 dBA al ruido
de fondo (Meyer Sound 2006)
Por lo tanto, un ruido de fondo con niveles superiores a 40 dB(A)
provocará dificultades en la comunicación oral que sólo podrán
resolverse, parcialmente, elevando el tono de voz. A partir de 65
dB(A) de ruido, la conversación se torna extremadamente difícil.
Un caso de mucha importancia hoy en día es el que se presenta
al interior de las salas de clases. En establecimientos educacionales cercanos a vías con un alto tránsito vehicular, aeropuertos
o zonas industriales, se ha detectado un retraso en el aprendizaje
de la lectura. Para lograr una buena comunicación entre el
profesor y los alumnos, es básico que el ruido de fondo no supere
los 55 dB(A); sin embargo, este nivel suele ser superado ampliamente (colegios ubicados en el centro de la capital están
expuestos a 60 dB(A) y, en algunos casos, a 70 dB(A)), dificultando la comprensión, aumenta la falta de concentración y la
baja en el rendimiento de los alumnos, además del desgaste de
las cuerdas vocales, sordera por exposición acumulativa al ruido
y síntomas relacionados con el estrés, la irritabilidad, pérdida de
concentración y fatiga en los profesores (Lacaste 2005).
Pérdida de atención, de concentración y de rendimiento
Es evidente que cuando la realización de una tarea necesita la
utilización de señales acústicas, el ruido de fondo puede enmascarar estas señales o interferir con su percepción. Por otra parte,
un ruido repentino producirá distracciones que reducirán el
rendimiento en muchos tipos de trabajos, especialmente en aquellos que exijan un cierto nivel de concentración. En ambos casos
se afectará la realización de la tarea, apareciendo errores y disminuyendo la calidad y cantidad del producto de la misma.
Algunos accidentes, tanto laborales como de tránsito, pueden
ocurrir debido a este efecto.
En ciertos casos las consecuencias serán duraderas, por ejemplo,
los niños sometidos a altos niveles de ruido durante su edad
escolar no sólo aprenden a leer con mayor dificultad sino que
también tienden a alcanzar grados inferiores de dominio de la
lectura (Tolosa 2003).
En Base a Trastornos del Sueño
Se pueden clasificar los efectos del ruido sobre el sueño en tres
En Base a Trastornos del Sueño
Se pueden clasificar los efectos del ruido sobre el sueño en tres
grupos principales, según su momento de aparición. En primer
lugar, el ruido puede producir interferencias sobre el mecanismo
normal del sueño en términos de dificultad para su inicio, alteraciones del patrón o intensidad del sueño e interrupciones del
mismo. Este conjunto de efectos se denominan alteraciones
primarias del sueño. Se incluyen también otros efectos primarios
de naturaleza nerviosa vegetativa que se manifiestan durante el
sueño con exposición a ruido, tales como aumento de la presión
arterial, aumento del ritmo cardiaco, arritmia cardiaca, vasoconstricción, cambios en la frecuencia respiratoria y movimientos corporales. Los efectos que aparecen la mañana o el día
después de la exposición al ruido durante el sueño se denominan
alteraciones secundarias, e incluyen reducción en la calidad
percibida del sueño, fatiga, modificaciones del carácter y el
comportamiento y alteración del bienestar y de la actividad
general. Por último, se ha señalado también la posible existencia
de efectos a largo plazo, menos conocidos, que pueden manifestarse después de largos periodos de exposición al ruido durante
el sueño. Potencialmente, los efectos de la alteración del sueño
por el ruido pueden dar lugar gradualmente a la aparición de
enfermedades funcionales que con el tiempo pueden llegar a
establecerse como enfermedades orgánicas progresivas e irreversibles. En relación con todo ello, se ha recomendado que durante
la noche los niveles sonoros equivalentes (Leq) exteriores no
deben sobrepasar los 45 dBA (García 2002).
Pérdida de Capacidad Auditiva
Las pérdidas de audición producidas por el ruido constituyen los
efectos más conocidos de éste sobre la salud humana.
Todos hemos experimentado una sensación de “sordera” o “taponamiento de oídos” después de una exposición a niveles sonoros
excesivamente elevados: por ejemplo, a la salida de un espectá-
culo deportivo o de una discoteca. Esa sensación, sin embargo,
desaparece en poco tiempo y recuperamos nuestra capacidad
auditiva normal al cabo de algunas horas. A este fenómeno se le
ha denominado “desplazamiento temporal del umbral auditivo”
y, como se ha señalado, es totalmente reversible en poco tiempo.
El problema se produce cuando la exposición a esos niveles
sonoros excesivos se repite de manera que el oído no puede
descansar, es decir, no tiene tiempo de recuperarse entre una
exposición y la siguiente. Si esta situación se mantiene durante
un tiempo prolongado, generalmente del orden de años, llega a
aparecer una lesión irreversible en el oído, lo que se denomina
“desplazamiento permanente del umbral auditivo” o hipoacusia
producida por el ruido. El riesgo de daño auditivo se considera
existente a partir de exposiciones mantenidas a niveles por
encima de 75 dB(A) (García 2002).
Como se señaló anteriormente, en el desplazamiento temporal del
umbral auditivo aún no hay lesión. La recuperación es normalmente casi completa al cabo de dos horas y completa a las 16
horas de cesar el ruido, si se permanece en un estado de confort
acústico (menos de 50 dB(A) en vigilia o de 30 dB(A) durante el
sueño).
“La música alta de las discotecas puede ser una amenaza para
nuestra capacidad de audición. Después de haber pasado toda la
noche en una discoteca suele ser común experimentar un
zumbido en los oídos u otros problemas auditivos. De hecho,
hasta un 82 por ciento de las personas que han estado en una
discoteca con mucho ruido experimenta desplazamientos del
umbral auditivo y nota cómo su capacidad de audición se ha
deteriorado. Y un 76 por ciento de las personas que acuden a
discotecas menos ruidosas también experimenta síntomas similares” (Tin y Lim 2000).
El “desplazamiento permanente del umbral auditivo” o hipoacusia está producida, por exposiciones prolongadas a niveles
superiores a 75 dBA, por sonidos de corta duración de más de 110
dBA, o bien, por acumulación de fatiga auditiva sin tiempo suficiente de recuperación. Hay lesión del oído interno (células
ciliadas externas de la superficie vestibular y de las de sostén de
Deiters). Se produce inicialmente en frecuencias no conversacionales, por lo que el sujeto no la suele advertir hasta que es demasiado tarde. Puede ir acompañada de zumbidos de oído
(acúfenos) y de trastornos del equilibrio (vértigos) (Tolosa 2003).
El Estrés y sus Manifestaciones y Consecuencias
El estrés es una reacción inespecífica ante factores agresivos del
entorno físico, psíquico y social. En principio, se trata de una
respuesta fisiológica normal del organismo para defenderse ante
posibles amenazas. Sin embargo, si esta reacción se repite o
resulta sistemáticamente inefectiva puede llegar a agotar los
mecanismos normales de respuesta, produciéndose un desequilibrio en los mismos que, con el tiempo, puede manifestarse en
forma de diferentes alteraciones de la salud. Se han relacionado
con la reacción de estrés diversas enfermedades cardiovasculares,
alteraciones del aparato digestivo, alteraciones del sistema inmunitario de defensa o del sistema de reproducción, por citar sólo
algunos ejemplos. El ruido ambiental puede actuar como cualquier otro agente estresante desencadenando una respuesta inespecífica del organismo que puede llegar a producir alteraciones
permanentes. Aunque se han estudiado diferentes efectos del
ruido mediados por la reacción de estrés, el grupo que mayor
atención ha recibido es el de las alteraciones cardiovasculares. En
este sentido, varios grupos científicos coinciden en el reconocimiento del ruido como un factor más de riesgo cardiovascular,
como pudieran ser otros agentes tales como el tabaco o la dieta.
Se ha estimado que los trabajadores expuestos permanentemente
a niveles de ruido elevados (>85 dBA) presentan un mayor riesgo
de padecer afecciones cardiovasculares que los no expuestos. Una
exposición a niveles menores (>65 dBA) en determinadas condiciones (por ejemplo, mientras se intenta descansar o concentrarse) puede también desencadenar una reacción de estrés en el
individuo, aunque los efectos a largo plazo de esta reacción son
menos conocidos (Hansen 1996, García 2002)
La Habituación al Ruido
Se han citado casos de soldados que han podido dormir junto a
una pieza de artillería que no cesaba de disparar o de comunidades
que, a pesar de la cercanía de un aeropuerto, logran conciliar el
sueño, aun cuando éste sea de poca calidad. Es cierto que a medio
o largo plazo el organismo se habitúa al ruido, empleando para
ello dos mecanismos diferentes, por cada uno de los cuales se
paga un precio distinto.
El primer mecanismo es la disminución de la sensibilidad del
oído y, su precio, la sordera temporal o permanente. Muchas de
las personas a las que el ruido no molesta dirían, si lo supiesen,
que no oyen el ruido o que lo oyen menos que otros o menos que
antes. Naturalmente tampoco oyen otros sonidos que les son
necesarios.
Mediante el segundo mecanismo, son las capas corticales del
cerebro las que se habitúan. Dicho de otra forma, oímos el ruido,
pero no nos damos cuenta. Durante el sueño, las señales llegan a
nuestro sistema nervioso, no nos despiertan, pero desencadenan
consecuencias fisiológicas de las que no somos conscientes:
frecuencia cardiaca, flujo sanguíneo o actividad eléctrica cerebral. Es el llamado síndrome de adaptación (Tolosa 2003)
Otros Efectos
Otros Efectos
Sociales y Económicos
La combinación de todos los factores anteriormente descritos ha
convertido en inhóspitas muchas ciudades, deteriorando en ellas
fuertemente los niveles de comunicación y las pautas de convivencia. En consecuencia, un número creciente de ciudadanos ha
fijado su residencia en lugares inicialmente más sosegados.
No es éste el lugar más apropiado para analizar con detalle todas
las distorsiones sociales y económicas que así se están creando.
Junto con las ciudades, se están abandonando estilos de vida y
de convivencia que han durado milenios, sin que existan por el
momento alternativas económica y psicológicamente aceptables.
Según la DG de Medio Ambiente de la Comisión de la UE, “en la
actualidad [principios de 2001] las pérdidas económicas anuales
en la Unión Europea inducidas por el ruido ambiental se sitúan
entre los 13.000 y los 38.000 millones de euros. A esas cifras
contribuyen, por ejemplo, la reducción del precio de la vivienda,
los costes sanitarios, la reducción de las posibilidades de explotación del suelo y el coste de los días de abstención al trabajo”.
Ejemplos de efectos no incluidos en la estimación son la baja
productividad laboral, la disminución de los ingresos por turismo
de ciertas ciudades históricas, los daños materiales producidos en
edificios por sonidos de baja frecuencia y vibraciones, etc.
(Tolosa 2003).

0 comentarios:

Publicar un comentario

cntador de vistas