lunes, 19 de septiembre de 2011

Nací para ser maestra


Cuba - El Círculo Infantil "Bebé" apenas se diferencia del resto de estas instalaciones en el país, excepto que esa entrega de amor que por doquier reina entre las risas de los niños y las voces de las maestras, en uno de sus salones tiene lugar en medio del más absoluto silencio.


Me resulta muy fácil enseñar a niños sordos como yo, facilitando su comunicación con la sociedad, asegura Zurima.

Solo el lenguaje de las señas y miradas de ternura, bastan para que Zurima y sus cinco pequeños tiendan el puente de maravillas por donde despliegan afectos, conocimientos, valores y hábitos de vida.

Se trata del único grupo de niños sordos e hipoacúsicos en edad prescolar de Santiago de Cuba, que tiene al frente de su salón una maestra terapeuta igualmente sorda, Licenciada en Defectología y Enseñanza Especial.

Zurima Rivera Veranes nació cargada de esos sueños que desde la misma cuna les garantiza la Revolución cubana a todos los pequeños, pero antes de cumplir los tres años de edad la meningo encefalitis bacteriana la privó de la audición.

Mas, en la escuela especial Eduardo Mesa Llull, encontró magníficos profesores que le aportaron valiosos conocimientos. "Yo creo que nací para ser maestra —asegura mediante el concurso de la traductora Marlen Durán Herrera— siempre quise imitar a quienes me cautivaban con sus enseñanzas".

Así, después de transitar por la secundaria básica comenzó a trabajar en la propia escuela, hasta que Nelsy Díaz Castillo, directora del círculo "Bebé", le ofreció la oportunidad de iniciarse como auxiliar de pedagogía allí, hace 17 años.

"Desde el primer día me encantó, me resulta muy fácil enseñar a niños sordos como yo, identificando en sus caritas la mínima inquietud, siendo útil en la transmisión a ellos y a su familia de la lengua materna, disfrutando cada avance en su intercomunicación y en la comprensión de los padres."

Sobre el esmero y la profesionalidad que en todo momento la caracterizan, no escatiman elogios los familiares de sus niños, al reconocer la rapidez con que avanzan y el positivo cambio observado en sus conductas, desde que Zurima trabaja con ellos.

"Amo a estos niños como si fueran mis hijos —enfatiza Zurima— jamás olvido que estuve en su lugar."



Eduardo Palomares Calderón / http://granma.co.cu

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