martes, 7 de junio de 2011

Un cambio de conciencia"


Durante muchos años el aprendizaje de las señas y su implementación en el ámbito escolar y familiar ha sido, y lo es en amplios sectores, considerado perjudicial para la adquisición y desarrollo del lenguaje oral y, por ende, no favorecedor para la integración del sordo al mundo del oyente.
Las razones que condujeron a descartar su utilización en todo el proceso educativo del niño sordo profundo durante más de un siglo fueron mencionadas en reiteradas oportunidades, pero diremos que fundamentalmente se debe al temor de maestros y padres por le supuesto peligro que su conocimiento y uso ocasiona en la oralización.
El miedo a que los niños utilicen esta forma de expresión, más sencilla para ellos, abandonando la práctica del lenguaje hablado por ser de más difícil adquisición, fue y sigue siendo la razón de más peso que limita la inclusión de la Lengua de Señas en la escuela y el hogar.
No obstante esta concepción, los resultados obtenidos con una forma de abordaje única basada en el oralismo no fueron satisfactorios en la mayoría de los casos, llevándonos a muchos de nosotros a replantearnos esta situación y a buscar otros caminos, que sin dejar de lado la oralización pudieran acelerar el desarrollo comunicativo y mejorar el nivel cognoscitivo, lingüístico, social y emocional del niño sordo.
Un estudio realizado por Tervoort (1983) sobre 20 países europeos refleja esta misma tendencia. “no hay un cambio en otra dirección por toda Europa...”.
¿Qué hacer?. Es la pregunta cotidiana frente a estos niños que durante muchos años han recibido una educación especializada, dedicada a la enseñanza del lenguaje oral y escrito, siendo justamente allí donde se observan las mayores dificultades a pesar del esfuerzo realizado, tanto de parte del maestro como del alumno.
Este hándicap negativo nos deberá conducir indefectiblemente a la reflexión y a la acción buscando y ampliando nuevas estrategias con las que obtendremos mayores logros que nos permitan mejores resultados, porque la escuela tiene una gran responsabilidad en cuanto al éxito o al fracaso del proceso educativo, ya que una acción educativa insuficiente está privando a la persona sorda de las responsabilidad de realizarse en todos los niveles de la vida.
Ahora bien, si lo que garantiza el acceso al lenguaje es la creatividad, la innovación, el descubrimiento, la duda, el replanteo, la búsqueda de soluciones, etc., ¿cómo es esto de obtener lenguaje sin utilizar lenguaje?.
Por este motivo es fundamental que el maestro disponga de un código efectivo de comunicación con el alumno, para que éste en la interacción y en todas las situaciones genera lenguaje a través de la experiencia y que pueda utilizar espontáneamente términos y expresiones que le permitan manifestar lo que quiere y siente, y no limitarlo a un reducido número de palabras sueltas, repetidas automáticamente. En definitiva hablamos de que pueda interiorizar al lenguaje para permitirle pasar de la sensación al sentido y elevarse de un mundo perceptivo a un mundo conceptual.
“Los vocabularios ocupaban un lugar de excepción y reflejaban ese interés en la exigencia con que se nos solicitaba su memorización.
Así las palabras lenta y penosamente pronunciadas, y sin tener la menor idea de lo que significaban, eran repetidas una y otra vez por cada uno de nosotros.
No había tiempo en verdad para más, pues al enseñarse todo oralmente y al tener que memorizarse, suponía cada palabra una agonía.
¡Qué pena que nadie hubiera sido tan flexible e innovador como para conceder a las señas la posibilidad de hacernos comprensible siquiera lo que aprendíamos, y no digamos lo que ignorábamos!. ¡Qué fácil hubiera sido!” (Félix Jesús Pinedo Peydró, Presidente de la confederación de Sordos de España).
Vygotsky nunca olvida la relación de la inteligencia con el afecto y que toda comunicación, todo pensamiento, es también emotivo y refleja los intereses y necesidades personales del sujeto.
La simple transmisión de conocimientos y la técnica de la repetición no bastan, se deberán incluir, además, la participación activa en la conquista de sus conocimientos y una permanente y efectiva comunicación entre él y sus compañeros, entre él y sus padres, entre él y sus maestros, es decir “entender y ser entendido”.
Sabemos que a pesar de las prohibiciones de las que el sordo fue objeto, éste siguió usando sus manos para comunicarse, dentro y fuera de las escuelas, y que también los niños sordos hijos de padres sordos, que dominan perfectamente las señas, resultan ser los más orales. Entonces, por el contrario de lo que algunos piensan, el uso de las señas acelera y facilita el aprendizaje y es más, el niño sordo siente placer y felicidad por aprender porque está haciendo uso de algo que le es propio, que él entiende y que le resulta fácil y natural.
“La lengua de señas que utilizamos entre nosotros resulta singularmente apta para precisar las ideas y para ampliar la capacidad de comprensión, pues se crea con ella un hábito de observación y análisis constantes. Es una lengua viva que refleja el sentimiento y estimula la imaginación. No hay lengua más propia para transmitir las emociones grandes en intensas” (Pierre Desloges, sordo).
Al decir que debe fomentarse en el niño sordo el uso de la lengua de señas, no hablamos simplemente de tolerarla. Decimos que debe tener un especialísimo lugar en la escuela para que los alumnos aprendan a hacer las señas correctamente, con claridad y alegría, y en el hogar para que puedan compartir con los padres y hermanos una comunicación fluida y gratificante.
Es importante estimular en ellos el orgullo por el manejo adecuado de su lengua de señas al igual que preocuparnos en enseñarles el correcto empleo del idioma español (sistemas bilingües).
De ahí que es fundamental la inclusión, en las escuelas especializadas, de adultos sordos con bueno dominio de la lengua de señas para que este idioma pueda ser transmitido con precisión y, más aún, darle la importancia que merece.
Pero: ¿encontrarán los sordos las oportunidades que buscan?. ¿Permitiremos los oyentes que tengan esas oportunidades?. ¿Les permitiremos ser “ellos”, una cultura única en nuestro medio?. ¿Los admitiremos como co-iguales en la práctica en todos los campos?. Sólo el tiempo demostrará si hay un verdadero “cambio de conciencia”.
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