domingo, 9 de octubre de 2011

El Centauro Legendario y ..Silencioso


Lester Keith Piggott, nacido en Newmarket el día 5 de noviembre de 1935, ha sido, y seguirá siendo, por muchos años, el más famoso y mejor jockey británico de todos los tiempos. Ya que es considerado por la Prensa de su país como el británico más universal. En 30 años de profesión, ha ganado más de 4.000 carreras en su país y ha participado en 19.552 pruebas. Posee el récord de victorias en pruebas clásicas, al haberse impuesto en nada menos que en 30.



Montó su primer ganador en 1948 cuando sólo tenía la edad de 12 años, y a partir de ahí su carrera fue imparable, siendo ganador de la estadística de jinetes británicos en 11 ocasiones. Además, ganó 9 Derbys, entre 1954 y 1983, siendo el primero de ellos con “Never Say Die”, cuando era todavía aprendiz, con menos de veinte años, y tres victorias en el Arco de Triunfo Francés, e hizo pasar por la puerta de ganadores a 5,400 caballos por todo el mundo, entre ellos a caballos tan conocidos como “The Minstrel”, “Nijinsky”, “Sir Ivor”, “Roberto”, “Petite Etoile”, “Rodrigo de Triano”, “Alleged”, “Comanche Run”, o “Royal Academy”.


Multimillonario en dinero, propietario de una avioneta y varios Rolls-Royce que le ha llevado a invertir una parte de ésta en la adquisición de unos terrenos en Newmarket (el centro hípico más importante del mundo), en donde cría caballos con la colaboración de su mujer, Susan Armstrong (oyente), muy vinculada también al mundo de las carreras. Los colores de las mantas de sus caballos verdes y rojos son conocidos en todo el mundo. Hombre parco en palabras, se ha creado en torno a él una auténtica leyenda. No en vano se trata de una figura mundial.


Era conocido como “Old Stoneface”, el Viejo Cara de Piedra, debido a que su rostro parecía envejecido por el tiempo, incluso cuando era más joven y sobre todo porque raramente su cara denotaba ningún gesto, ya fuera de emoción, de alegría, o tristeza, era como una piedra, y sufría problemas en el habla y de sordera, lo que le hizo ser una persona poco comunicativa, y a pesar, que no era una persona especialmente cariñosa ni tan querida como debería haberlo sido, Lester era un caballero en toda regla.


Los psicólogos han dado múltiples explicaciones a su éxito. Según ellos, podría deberse a la cabezonería del niño único o la alienación del niño a quien la sordera parcial y una dificultad en el hablar (probablemente Dislalia audiógena) hicieron de él un hombre muy poco predispuesto para el contacto social. Pero lo que está claro es que tiene una sorprendente voluntad de ganar, de sobresalir en su profesión, que le ha llevado a la cima y que ha afilado y extendido su talento.


La reina Isabel de Inglaterra, gran aficionada a las carreras de caballos, se ha declarado en más de una ocasión una de sus más fervientes admiradoras.


Una de las peculiaridades de Lester fue su manera de montar en carreras. Era demasiado alto para ser jockey (mide 1,72), lo cual no le impidió ser el mejor y montaba excesivamente corto, no sólo para su estatura, sino en comparación con su época, lo que le hacía una silueta inconfundible encima del caballo.

Hay una anécdota que narra el escritor y filósofo Fernando Savater en su libro “A caballo entre milenios” (Aguilar, 2001), en la que habla que “Cuando alguien le comentó a Lester que la apariencia de sus posaderas tan erguidas era todo menos elegante, respondió él ceñudo: ¿Y qué diablos quiere que haga con el maldito trasero?”
Lester Piggott ha sabido hacer una fascinante rutina coreográfica de una carrera cualquiera. En el paddock, antes de salir a la pista, aparece agazapado en su caballo como si se tratase de un gato. Sin un gramo de grasa en su cuerpo, sin sonreir, luce una mueca impasible; pero su mano siempre está acariciando el cuello del animal, como si se estuviera celebrando una ceremonia muy privada. Más tarde, cuando se dirige hacia los cajones de salida, aprieta las manos y las tensa, una frente a otra, como las de un piloto de Fórmula 1. Ya en carrera, su estilo y peculiar manera de montar podría decirse, a primera vista, que pertenecen de igual manera al mundo acrobático que al de la equitación. Piggott se coloca el estribo muy corto, casi a la altura de la crin; sus ojos se esconden implacables detrás de las gafas, calculando lo que tiene delante. En los metros finales, cuando surge la lucha final, coloca el cuerpo muy bajo. La fusta la utiliza poco: sólo cuando sabe que es necesaria para obtener la victoria. Cuantos han visto más de dos veces cumplir a Piggott este ritual, coinciden en afirmar que en él la equitación es algo muy parecido al arte.


Lester se retiró en 1985, y comenzó la carrera de entrenador de caballos de carreras, hasta que fue acusado por el Ministerio de Hacienda Británico, de evasión de impuestos, por no declarar ganancias cercanas a 4,8 millones de dólares, lo que le hizo ingresar dos años en prisión, en 1987.


El escándalo provocó, que la Reina de Inglaterra Isabel II, le retirara la Orden del Imperio Británico, que se le había concedido en 1975, ya que sin la sentencia de cárcel y la investigación que hubo por fraude de impuestos, hoy, sin duda alguna, estaríamos hablando de Sir Lester Piggott.


Al salir de prisión, volvió a montar en carreras hasta su retirada definitiva en 1990, ganado en esos años, algunos clásicos británicos como las 2000 Guineas, las 2000 Guineas Irlandesas, o la Breeders Cup Mile con “Royal Academy”, entrenado por el gran preparador Vicent O’Brien, el 27 de octubre de 1990, sin duda alguna, una de las carreras más memorables de Lester Piggott.


Por todo ello, y por mucho más, le llamaban El Maestro.


Lo que si les podemos asegurar, es que una cosa es cierta, cuando desde las tribunas se escuchaba frenéticamente el grito de “Go on Lester” (Vamos Lester!) en una cerrada llegada, quien no le hubiera jugado, más vale que fuera rompiendo el boleto de la apuesta, Lester no fallaba.




Articulo redactado por Haglita

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