viernes, 21 de octubre de 2011

El idioma que no se habla


El lenguaje de señas de los sordos es complejo; aprenderlo a usar requiere de práctica y compromiso social

Ellos caminan bien, tienen una visión perfecta, entienden lo qué sucede a su alrededor y sus movimientos son rápidos y hábiles al resto de los demás. Alguno, quizá, habla, o al menos lo intenta. Pero no escuchan. Sólo observan que las otras personas van y vienen, el caer de la lluvia, el arranque del coche, el galopar de un caballo o incluso cómo llora un niño. Pero no, jamás escucharán –al menos en su totalidad– el sonido que genera una escoba al rozar el suelo, ni cómo un cristal se rompe tras un fuerte golpe. Son sordos, silentes, en un mundo donde lo que predomina es el ruido.

Al menos, 15 mil personas en Jalisco padecen esta discapacidad auditiva; la mayoría nació con este mal congénito, por herencia familiar. La sordera no se identifica a primera vista, a diferencia de otras discapacidades intelectuales, musculares o visuales.

A pesar de que no requieren herramientas físicas como bastones o sillas de ruedas para un desplazamiento óptimo por la ciudad, ni de incrustaciones del sistema braille en muros u objetos para leer lo que dice; sí necesitan de las manos de los demás, dedos en movimiento que les digan qué pasa y qué significa determinado sentimiento, acción o circunstancia.

Baruch Macías, instructor e intérprete del Lenguaje de Señas de Manual (LSM) de la Asociación de Sordos de Jalisco, considera que los silentes se enfrentan a un rezago importante de comunicación, pues la mayoría de las dependencias gubernamentales o sitios de interés público no cuentan con personal capacitado en este sistema de señas, lo que dificulta su interacción e integración eficaz a la sociedad, pues la situación actual ante este segmento poblacional en temas de educación “es muy deficiente”.

Señala que a esto se suma el concepto erróneo que se tiene en torno a la sordera.

“Una persona con discapacidad auditiva, es aquella que tiene problemas para percibir el sonido, ya sea por el oído externo o interno. No toda persona sorda es muda, pues no hay un problema en las cuerdas bucales, por eso está mal empleado el término sordomudo”.

En silencio

Baruch explica que existen dos formas para entablar una comunicación eficaz con un discapacitado auditivo: el lenguaje de señas y el sistema escrito. El primero consiste en la codificación de letras y palabras a través del movimiento de dedos y manos en distintas posiciones de persona a persona; el segundo es un poco más complejo, pues no es solamente escribir para que el sordo lea sino que es necesario que éste lo comprenda.
“Podemos comunicarnos de manera escrita, siempre y cuando la persona haya tenido una preparación académica adecuada que le permita leer y entender lo que se redacta, esa herramienta sería una de las más óptimas e ideales”.

El traductor advierte que aún falta mayor difusión sobre lo qué es la discapacidad auditiva y lo que hay detrás de ésta, principalmente a las cuestiones laborales a las que se enfrenta, pues en primera instancia es difícil que una persona sorda encuentre trabajo y que alguien más la capacite para que logre desempeñar el cargo.

Más herramientas sociales

Cada sábado, la Asociación de Sordos de Jalisco imparte un curso al público en general para que se difunda y expanda el uso del lenguaje de señas manual, y así incrementar las herramientas y apoyo para las personas con algún trastorno auditivo.

El curso tiene el objetivo de integrar tanto a los discapacitados y a la sociedad en general, a un entorno más eficaz y consiente, que permita la aceptación de los sordos en ámbitos personales, laborales y de entretenimiento, a través de señas fundamentales como lo es el abecedario, los números y la configuración de movimientos para las formular palabras.

Sin embargo, Baruch Macías especifica que a pesar de que el abecedario en señas manuales es fundamental para establecer contacto con un silente, en la comunicación no se utiliza el deletrear cada palabra a explicar, sino que el abecedario sirve para articular una palabra acompañada de un movimiento que indique la letra inicial de cada una de éstas. Ejemplo: en la palabra arcoíris, la mano señala la letra “A”, mientras que el resto de la mano y brazo hace el movimiento referente al arco del fenómeno natural, durante el intermedio del desplazo del brazo, la letra “A” se transforma en “I”.

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