viernes, 7 de octubre de 2011

¿”Lengua de señas”, “lenguaje de signos”, “lenguaje gestual”, “lengua manual”? Argumentos para una denominación

Todas las lenguas tienen un nombre que las designa y distingue del resto de idiomas
que existen en el mundo. Los sustantivos español, ruso, alemán y japonés son
palabras que en el idioma en que escribo este artículo nombran las lenguas
habladas por cuatro distintos pueblos del planeta. También las lenguas visuo‐
espaciales desarrolladas por las comunidades de Sordos han recibido
denominaciones particulares, usualmente frases en las lenguas orales del país
donde cada comunidad de sordos está asentada, y que designan y distinguen entre
sí las lenguas de esas comunidades: Lengua de Señas Venezolana, Lenguaje de
Signos Español, Lengua Manual Colombiana, Lenguaje de Señas Costarricense, etc.
En las líneas que siguen voy a comentar ciertos asuntos históricos y lingüísticos
relacionados, en general, con la elección de un nombre para una lengua, y en
especial con las denominaciones que reciben las lenguas visuo‐espaciales de los
Sordos.
¿De dónde provienen los nombres de las lenguas
¿De dónde provienen los nombres de las lenguas?, ¿Qué determina que reciban una
denominación particular? Responder estas preguntas con exactitud implicaría dar
cuenta individual de la historia de cada idioma, pero podemos aventurarnos a
algunas generalizaciones, no desprovistas de especulación, para alcanzar el punto
que queremos: cada grupo humano siente la necesidad de dar un nombre a su
lengua al cobrar conciencia de que existen diferencias entre ellos y otros grupos
cuya habla no comprenden.
Esa voluntad de diferenciación se hace concreta en el acto de designar el propio
modo de hablar con frases como “habla de tal lugar”, “habla de la gente” (Escomún que muchos pueblos se autodenominen con el mismo vocablo que designa en
sus lenguas a “persona” o “gente”. Esto puede observarse entre varios pueblos
amerindios venezolanos (en las comunidades wayúú ‐ Península de la Guajira ‐ y
pemón ‐ Amazonia venezolana‐ , por ejemplo) o, sencillamente, “habla”. Pueden
ilustrar esto los casos de la lengua japonesa, el “nihongo”, que significa de modo
literal “habla de Nihon”, que es como llaman los japoneses a su país; o de
“wayuúnaiki”, palabra que designa la lengua de los habitantes originarios de la
Península de la Guajira (al norte de Venezuela y Colombia), y que literalmente se
traduce como “habla de la gente”; o el caso del “papiamentu”, la lengua de las
Antillas Holandesas, cuyo nombre viene del verbo “papiar” (“hablar”).
Una vez que un grupo se ha autodenominado lingüísticamente, el nombre escogido
va a ser adoptado por los pueblos que están en contacto con él. Ocurre entonces
que la denominación original pasa por transformaciones que impone la
pronunciación de las otras lenguas, y el resultado es a veces difícilmente
reconocible para el grupo denominado. Es lo que pasó, por ejemplo, con la “lingua
hispaniensis”, lengua de Hispania, que era como se conocía el latín modificado que
hablaban los habitantes de la Península Ibérica tras la disolución del Imperio
Romano, y de donde proviene nuestra “lengua española”. El nombre latino original,
pasado después por la criba fonética de las lenguas que lo adoptaron, sufrió
cambios como “ispániesh” (en ruso), “spánska” (en checo), “Spanisch” (en alemán)
o “supéingó” (en japonés).
Las lenguas que las comunidades de Sordos del mundo han desarrollado sufren
procesos de denominación un tanto diferentes, si bien comparables en algunos
puntos a los descritos antes, propios de la historia de las lenguas orales. Existen dos
modos de establecer designaciones para estas lenguas de las comunidades de
Sordos: el primero de ellos surge en el seno de la misma comunidad o es recibido
en préstamo de otra, y es una seña con doble valor nominal (traducible como
“señas” o “signos”) y verbal (equivalente al español “señar”, “hacer señas” o
“signar”). Este doble valor puede ser ilustrado con una frase de la Lengua de Señas
Venezolana (LSV):
PRO2 SEÑAR/SEÑAS BUENO,
cuyo valor semántico equivale a las oraciones españolas “tú señas bien” y “tu
lengua de señas es buena”.
En las comunidades Sordas que he podido conocer r más de cerca, las de Colombia,
Alemania y Venezuela, la mayoría de referencias hechas a su propia lengua se
realizan con una seña muy similar a la descrita. En este sentido, esas comunidades
de Sordos actúan según el patrón descrito párrafos atrás para el “papiamentu”, con
la salvedad de que, a diferencia de la denominación de la lengua antillana, ni las
demás lenguas de señas, ni las demás lenguas orales que están en contacto con
esas lenguas señadas parecen adoptar esa denominación para nombrarla.
Las mencionadas señas funcionan también, en las comunidades de Sordos, como
definidoras de la identidad del grupo frente a la comunidad de oyentes, cuya
manera de comunicarse entre sí recibe por lo general otra seña, que no pocas
veces se relaciona con el habla oral, es decir, con la condición de oyente, no
Sordo.
El segundo tipo de denominación que las lenguas visuo‐espaciales reciben proviene
de la lengua mayoritaria de la comunidad de oyentes del país, desde la que suele
imponerse a la lengua de la comunidad de Sordos un nombre con el cual comenzará
a ser reconocida en el mundo oyente. Este nombre va a ser construido de acuerdo
con una lengua hablada por la comunidad mayoritaria del país en el que cada
comunidad de Sordos se encuentre (caso de los nombres de las lenguas de
comunidades que enumeré al final del párrafo inicial de este artículo). Incluso en
el caso de que tal nombre no sea impuesto por los oyentes, sino creado y adaptado
por los mismos Sordos, el hecho de que se use para él la lengua hablada del país lo
hace un caso del todo diferente al verificado para las lenguas orales.
El nombre elegido suele tener una doble manifestación: escrita, para lo cual se
usan el alfabeto y las reglas de construcción de la lengua oral que aporta el
nombre; y señada, para lo que se utiliza el alfabeto manual que usa la comunidad
de Sordos en cuestión, y que por lo general consiste en el deletreo de las iniciales
de las palabras que conforman el nombre. La extensión de ambas manifestaciones
del nombre oral de la lengua de cada comunidad Sorda va a depender de factores
diversos, tales como el grado de evolución dee los estudios lingüísticos sobre esa
lengua, su difusión, el nivel de organización social alcanzado por la comunidad y su
sesgo ideológico, etc.
Hasta donde sabemos, la primera vez que la lengua de una comunidad de Sordos
recibió un nombre especial en una lengua oral fue la lengua de los Sordos franceses
del siglo XVIII, en la escuela del Abad Charles Michel de I’Epée. Este pedagogo‐
lingüista se refirió a tal lengua como “langage des signes naturelles” (Lane 1984,
Stokoe 1978). A partir de su ejemplo, y muchas veces como correlato de similares
esfuerzos educativos, las lenguas de los Sordos de distintas partes del mundo
comenzaron a recibir denominaciones como “language des sourds‐muets” (en
francés), “manual communication” (en inglés), “linguaggio mimico‐gestual”
(italiano), “lugha ya alama (suajili), “Taubstummsprache” (alemán), etc.
Hoy en día, la unificación de los criterios seguidos por las ciencias sociales
implicadas en el estudio de la sordera ha llevado a unificar también los términos
usados para nombrar, en lenguas orales, a las lenguas de los sordos. Esta
unificación cobra, en las lenguas occidentales que conozco, la forma de una frase
nominal compuesta por un sustantivo que da cuenta de la naturaleza lingüística del
código así nombrado:
lengua,
language (inglés),
langue (francés),
lingua (portugués e italiano),
Sprache (alemán), etc.
... y por uno o dos elementos adjetivos que informan, respectivamente, del
carácter visuo‐espacial del código :

de señas, de signos
sign (inglés),
de signes (francés),
do sinais (portugués),
dei segni (italiano),
Gebärden (alemán),
etc.
... más el lugar de donde proviene la lengua, que equivale casi siempre a una
nacionalidad:
Venezolana,
Colombiana,
Española
British (inglesa),
American (norteamericana),
Française (francesa),
Deutsche (alemán)
etc.
Voy de seguido a revisar uno por uno los significados que tienen cada uno de los
términos de las dos primeras listas.
En muchos estudios sobre lenguas de comunidades Sordas es posible encontrar
cualquiera de las dos palabras del subtítulo en el lugar del primer elemento del
nombre de las lenguas de los Sordos. Así, por ejemplo, se habla de “Lengua de
Señas Venezolana”, pero también de “Lenguaje de Señas de Costa Rica”.
Ambas palabras son términos de la teoría lingüística: “Lengua” designa un
específico sistema de signos que es utilizado por una comunidad concreta para
resolver sus situaciones comunicativas. “Lenguaje”, por su parte, designa una
capacidad única de la especie humana para comunicarse a través de sistemas de
signos. Según ello, “lenguaje” refiere a una habilidad que heredamos
genéticamente y que nos permite constituir sistemas lingüísticos y usarlos en la
estructuración de nuestra psique y de nuestra cultura. Tales sistemas, que no los
aporta la naturaleza, sino la evolución de las culturas humanas, son las “lenguas”
(Saussure 1980:51‐2; Dubois 1979:375‐83).
el lenguaje definido entonces como capacidad humana de crear y usar las lenguas
de modo natural, es patrimonio común de Sordos y oyentes, y subyace tanto a las
lenguas habladas como a las señadas. El vocablo “idioma” podría sustituir a
“lengua” en este sentido, ya que poseen valores muy similares, y es con “idioma”
como suele codificarse popularmente un cercano equivalente al sentido que
“lengua” tiene en la teoría lingüística. Pero atendiendo al hecho de que la mayoría
de investigadores occidentales hayan optado por “lengua”, se nos impone seguir en
español esa tendencia general para nombrar a los códigos visuo‐espaciales de las
comunidades sordas.
De allí que, lingüísticamente, pareciera resultar más apropiado usar el término
“lengua” que el de “lenguaje” para designar la lengua de una comunidad de Sordos
particular, ya que esta es una versión más, otra actualización histórica de la
capacidad universal del lenguaje.
En muchas lenguas no existen dos términos diferentes para lo que en español es
“lengua” y “lenguaje”. Es el caso del inglés, la lengua en la cual se escriben o a la
que son traducidos la mayoría de los estudios sobre los sordos y sus lenguas. El
vocablo inglés “language”, que equivale a nuestros “lengua” y “lenguaje”, recibe
sin embargo distintas traducciones en las lenguas que como el español sí los
distinguen con palabras diferentes. Basta con comparar las numerosas traducciones
que hay en las bibliotecas especializadas para comprobar que en las lenguas que se
reservan dos términos para esos dos conceptos, siempre se traduce “sign language”
como “lengua de señas” o “lengua de signos” (Cfr. Volterra 1987; Ferreira Brito
1988a y b; Girod 1990)
¿”Gestual”, “manual”, “de señas”, “de signos”?
El primer elemento adjetivo de los nombres hoy usados para designar las lenguas
de los Sordos recibe usualmente alguna de las cuatro formas presentadas en el
subtítulo anterior. Voy a ir refiriéndome a ellas una por una.
Gestual:
Este adjetivo está relacionado etimológicamente con la idea de expresar ciertos
significados con la cara, las manos o el cuerpo. Eso es, en términos generales,
aplicable a las lenguas de los Sordos. No obstante, su uso para designar las lenguas
visuo‐espaciales de estas comunidades tropieza con el hecho de que el sentido
moderno de “gestos” refiere al conjunto de expresiones no lingüísticas que
acompañan al habla a modo de apoyo de lo dicho (Birdwhistell 1979; Meo‐Zilio y
Mejía 1983) y que no conforman un código productivo, esto es, carecen de la
posibilidad de construir significados complejos. Las lenguas de las comunidades de
Sordos, en cambio, que usan la cara, las manos y el cuerpo como articuladores, son
sistemas lingüísticos, capaces de codificar cualquier clase de información.
Algunos lingüistas proponen que en el discurso señado de los sordos, ciertos
elementos no lingüísticos (la mímica usada en los relatos, por ejemplo) que son
calificados como “gestos” para distinguirlos de las “señas”, los elementos
propiamente lingüísticos del discurso (ver Oviedo 2004 y Liddell 2003).
Manual:
Este adjetivo, cuyo uso ha conocido una extensión aún mayor que el anterior en la
denominación de las lenguas de los Sordos, tiene el inconveniente de que tipifica
estos sistemas como basados en la actividad de las manos, obviando la importancia
que para tales lenguas tiene la actividad no manual.
Muchos estudios desarrollados sobre la gramática de las lenguas de los Sordos
demuestran que la cohesión del discurso se articula más en la actividad no manual
que en la manual. En la Lengua de Señas Venezolana, así como la Sueca, por
ejemplo, se ha podido observar cómo la dirección de la mirada determina el
carácter sustantivo o verbal de muchas señas, y que este mismo rasgo no manual
define permanentemente la referencia a los sujetos u objetos de los verbos (Oviedo
1996; Ahlgren y Bergman 1992). Otros ejemplos de la importancia gramatical de los
rasgos no manuales son los estudios que acerca de la Lengua de Señas
Norteamericana (ASL) ha realizado Liddell (1980) sobre las funciones de la posición
de la cabeza en operaciones gramaticales como topicalización o subordinación, y
los estudios de Wilbur (1994) sobre el papel que en esa misma lengua tiene el
parpadeo como marcador de la estructura de las frases.
Señas, signos:
Estas dos palabras españolas tienen un origen común, pero una historia diferente.
“Signo” es una versión romance del latín “signum”, que pasó al español por vía
culta, mientras que “seña”, que deriva de “signa”, el plural de “signum”, llegó
hasta nosotros por vía de la lengua hablada, por lo que sufrió las transformaciones
fonéticas a las que debe su forma actual. La diferencia en el origen hace que
“seña” tenga hoy una amplia gama de usos en la lengua hablada, mientras que
“signo” se circunscriba más bien a las ciencias sociales para designar
específicamente el producto de una convención social según la cual a una cierta
señal física (un sonido, una imagen visual, etc.) se vincula un cierto significado. De
acuerdo con eso, todas las palabras de una lengua, ya sea hablada o señada, son
signos, por lo que, para un lingüista, parecería redundante la frase “lengua de
signos”.
En 1989, cuando la lengua de los Sordos venezolanos todavía no había recibido un
nombre académico oficial, tuvimos varias discusiones al respecto, y optamos por
usar la palabra “señas” y no “signos” debido al argumento anterior. Similares
discusiones se dieron asimismo en Argentina,por el mismo tiempo; y a partir de
1995, cuando correspondió el turno a la lengua de los Sordos de Colombia. En todos
esos casos, se decidió por Lengua de Señas”. No fue así, por ejemplo, en otros
países como España, donde se decidió usar “lengua de signos”.
Lenguas como el inglés o el francés, que no cuentan con ambos desarrollos del latín
“signum”, usan invariablemente su única versión de esa palabra: “sign” (en inglés)
; “signe” (en francés). La razón que esgrimo para preferir “señas” tiene que ver
con la mayor difusión que esta palabra ha alcanzado frente a “signos” entre los
lingüistas que han escrito sobre lenguas de comunidades sordas en español: Lengua
de Señas Argentina (Massone y Machado 1994); Lengua de Señas Uruguaya (Behares
et al. 1988); Lengua de Señas Venezolana (Oviedo 2004, Pietrosemoli 1989); Lengua
de Señas Mexicana (Fridman 1996); Lenguaje de Señas Puertorriqueñas (Laguna
1988), Lenguaje de Señas Costarricense –LESCO.
De acuerdo con los argumentos que vengo presentando, la teoría lingüística y los
estudios realizados en español sobre las lenguas de los sordos apoyarían el uso delsustantivo “lengua” y la frase “de señas” para designar, en nuestra lengua, los
sistemas visuo‐espaciales de los sordos. A la frase compuesta por estos dos
elementos se añadiría el adjetivo que designe el país o región en los que se haya
desarrollado la lengua de señas particular a la que estemos refiriéndonos: Lengua
de Señas Colombiana, Lengua de Señas Venezolana, etc.
Esto, sin embargo y como he señalado, varía de país en país.
Pero, qué pasa en realidad
Es frecuente que en los primeros tiempos de la descripción de una lengua de señas
concurran distintas variantes en la denominación, en lengua oral, de la lengua de
los Sordos del país. Así ocurrió, para dar un ejemplo cercano, en Venezuela, donde
desde la década de los ochenta, cuando se iniciaron los estudios lingüísticos sobre
la lengua de los Sordos de ese país, se registraban publicaciones que hablaban de
“lenguaje gestual” (Fundaprosordo 1981), “lenguaje gestual venezolano” (Sánchez
1987) o “Lengua de Señas Venezolana” (Pietrosemoli 1989). Hoy en Venezuela, en
el ambiente académico nos hemos puesto de acuerdo en el uso el último de esos
nombres, el de LSV, para llamar la lengua de nuestros compatriotas Sordos, y esa
pauta siguen los estudios posteriores a 1989. Algunas asociaciones de Sordos han
seguido esa convención en los últimos años.
La comunidad de maestros de las escuelas de Sordos, sin embargo, suele seguir
prefiriendo los términos antiguos (“hacer señas, lenguaje manual, lengua gestual”,
etc.), y los Sordos, si bien conocen el término LSV, no es tampoco común que lo
usen. Las comunidades Sordas parecen seguir prefiriendo usar una seña (las que se
tradunce al español como “signar” o “señar”) para nombrar su lengua, y muy poco
hacen uso del nombre académico. Cuando lo hacen, deletrean simplemente: LSV,
LSE, LSC, etc.
Es un asunto que no depende de la bondad del término, sino de la profundidad que
alcance la difusión de los estudios, que en nuestros países, debido al escaso
dominio de la lengua escrita que tienen los Sordos, lamentablemente, se limita casi
siempre a círculos de especialistas. Pero es este un punto cuya consideración
excede ya los propósitos de este artículo, y que por tanto voy a dejar aquí, pero
creí importante mencionarlo a fin de que los colegas hispanos lo asuman como
tema de reflexión: son los Sordos, en definidas cuentas, los que asumen una
denominación particular para su lengua. Los especialistas nos limitamos a sugerir, y
esa exactamente ha sido mi intensión aquí, la del que sugiere


.Alejandro Oviedo

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