lunes, 2 de mayo de 2011

Sitiodesordos.com.ar Profesores Sordos v/s Profesores Oyentes en la Enseñanza de la Lengua de Señas en Chile


Mucho se ha discutido sobre quienes son las personas más idóneas para ejercer docencia de Lengua de Señas, sin embargo la propia UNESCO reconoce que los mejores profesores de Lengua de Señas son los propios sordos, por cuanto ellos dominan ampliamente su lengua natural y están al tanto de las nuevas señas que surgen a diario, pues la Lengua de Señas al igual que la Lengua Oral evoluciona y se enriquece constantemente. Los oyentes, sean profesionales de la educación o familiares de sordos, no están en contacto permanente con la Comunidad Sorda adulta, donde se manejan las señas establecidas a nivel nacional y regional, quedando en clara desventaja ante los profesionales sordos. Desconocer esta realidad constituye simplemente una aberración.

Lo anterior, siguiendo una lógica natural, nos lleva a la conclusión de que las personas más idóneas para ejercer docencia de la Lengua de Señas Chilena son los propios sordos.

Sin embargo esta realidad no es compartida ni respetada por los profesionales de la educación oyentes y familiares de sordos, persistiendo en realizar clases de Lengua de Señas, provocando con ello un gran daño a la Comunidad Sorda y perjudicando también a la comunidad oyente.

A continuación, nos referiremos a los profesionales de la educación oyentes.

Estas personas son, por lo general, profesores de Educación Diferencial Mención Audición y Lenguaje, Psicopedagogos o simples profesores de Educación Básica que cumplen labores en Escuelas de Sordos, los que, por el sólo hecho de tomar un Curso Básico de Lengua de Señas o relacionarse con niños y jóvenes sordos, se sienten plenamente capacitados para ejercer docencia de Lengua de Señas, sin considerar que la capacitación que recibieron tenía por objetivo dotarlos de una herramienta que les permita establecer una mejor comunicación y facilitar su trabajo con personas sordas que no pueden darse a entender en forma oral o escrita, pero en ningún caso se les capacitó para ejercer docencia.

Se podría decir que estos profesionales, al estar en contacto diario con niños y jóvenes sordos, tienen un buen dominio de la Lengua de Señas, pero esto no se ajusta a la realidad por cuanto los niños y jóvenes sordos, al igual que sus pares oyentes, se encuentran en un proceso de formación y desarrollo de su lenguaje, desconociendo por completo la existencia de señas establecidas y de uso frecuente utilizadas por la Comunidad Sorda adulta.

Se ha podido observar que los profesionales de la educación oyentes sólo manejan correctamente un porcentaje ínfimo de señas y, al desconocer las señas establecidas y utilizadas a nivel nacional y regional, no vacilan en inventar algunas para suplir su carencia o, en el peor de los casos, le consultan a los niños sordos ¿cómo se realiza tal seña?. Además es tal la cantidad de errores en que incurren, como por ejemplo: realizar la seña limpio por blanco, construcción por edificio, instituto por estatuto, algunos por alumnos, domingo por marzo, y otras señas totalmente desconocidas e incomprensibles para la Comunidad Sorda.

También se ha podido observar que estos profesionales oyentes, además de ejercer docencia de Lengua de Señas, realizan funciones de intérpretes, dando un espectáculo lamentable, por cuanto su interpretación adolece de reiterados errores, no sigue una secuencia lógica y es absolutamente incoherente para los sordos adultos.

Sorprende de sobremanera el hecho de que estos profesionales de la educación están plenamente conscientes de sus limitaciones, pero aún así persisten en su obstinación, a pesar de que su formación universitaria incluye principios de ética y moral profesional, que en este caso no respetan y, al parecer, actúan movidos por intereses de tipo económico y figuración personal, más que por verdadera vocación de servicio.

Otra aberración en que incurren estas personas, es la realización de cursos a la comunidad, estudiantes de Pedagogía y Educación Diferencial, centros de culto, hospitales y algunos organismos públicos o privados, que tienen una duración de entre 3 y 6 meses, 2 o 3 horas semanales (equivalente a una vez por semana), sin contar con programas adecuados y que sigan una secuencia lógica. Esto es totalmente absurdo porque, dada la riqueza y variedad de la Lengua de Señas, es una utopía pretender que en esas condiciones se entregará una buena enseñanza y se aprenderá a utilizar correctamente la Lengua de Señas.

En lo que se relaciona con las personas que son familiares de sordos, se debe dejar en claro que el sólo hecho de tener lazos familiares, ya sea como nieto e hijo de sordos, no significa de ninguna manera que esa persona se encuentre plenamente habilitada para ejercer docencia de Lengua de Señas. Se podrá afirmar que al vivir en una familia formada por sordos es capaz de manejar muy bien ese medio de comunicación, lo que puede ser considerado sólo en parte, pues tal como se expuso, se debe estar en permanente contacto y participación con la Comunidad Sorda adulta para estar al tanto de la evolución y nuevas señas que se utilizan, situación que no se da pues sus conocimientos y manejo de la Lengua de Señas se limita únicamente al entorno familiar.

En conclusión, podemos afirmar que las personas más idóneas para la realización de docencia de Lengua de Señas Chilena son las que lo utilizan como su medio de comunicación natural, a saber las Personas Sordas.

Pero, no nos engañemos: No cualquier Persona Sorda puede ejercer docencia de Lengua de Señas. En efecto, es sabido que para el ejercicio de la profesión docente se exigen ciertos requisitos, lo que también es exigible para los profesionales sordos. El docente sordo de Lengua de Señas Chilena debe saber leer y escribir en forma comprensiva, poseer nociones de planificación y evaluación pedagógica, tener amplio dominio sobre el tema y también dominar la Lengua Oral, ya que debe ser capaz de explicar en forma clara y comprensiva los principales aspectos de la Lengua de Señas, su estructuración, diversas formas de aplicación, según el contexto, etc., quien no cumpla con estos requisitos mínimos obviamente no se encuentra plenamente habilitado para desempeñar docencia.

A pesar de lo establecido, el tema es demasiado complejo por cuanto la comunidad oyente y las autoridades desconocen totalmente esta realidad, avalando inconscientemente la proliferación de personas no habilitadas para el ejercicio de docencia de Lengua de Señas Chilena.

Otro problema que se observa es que el Ministerio de Educación, organismo encargado de velar por la calidad de la enseñanza y el cumplimiento de la normativa legal relacionada con la educación, no maneja en absoluto el tema ni reconoce legalmente a los profesionales sordos de la educación, lo que contribuye a mantener el caos existente en perjuicio de la enseñanza óptima de la Lengua de Señas Chilena.

En el último tiempo, dado que el Estado y la sociedad chilena han manifestado una mayor sensibilidad ante el tema de la discapacidad, mediante la presentación de Proyectos de Ley que beneficien a las Personas Sordas, Proyecto de reconocimiento de la Lengua de Señas, modificación de la Ley de Integración Social, etc., se ha evidenciado un gran interés por el aprendizaje de la Lengua de Señas, lo que, si bien es beneficioso para la Comunidad Sorda, plantea un nuevo problema: la imperiosa necesidad de que el Ministerio de Educación, de una vez por todas, con la colaboración directa de la Confederación Nacional de Sordos de Chile, se decida a establecer una normativa que regule el ejercicio de la enseñanza de la Lengua de Señas en Chile.

Lo anterior sólo sería posible si se comienza a tener en consideración la valiosa experiencia profesional que pueden aportar los Profesores Sordos de Lengua de Señas Chilena, con lo cual se estarían poniendo en practica los preceptos establecidos en diversos estudios realizados por destacados investigadores extranjeros en la materia: una iniciativa que nazca desde y para los propios Sordos, asegurando así el éxito de la misma. Obviar lo anterior equivale a tropezar con la misma piedra: que las buenas intenciones sólo se traduzcan en uno de los tantos fracasos en que se ha incurrido por décadas, más que nada por tratar de llevar a cabo iniciativas desde el punto de vista de los oyentes, que difieren por completo de las reales necesidades socio culturales de la Comunidad Sorda.

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