miércoles, 7 de marzo de 2012

Desireé y su camino hacia la inclusión


"Hay estudiantes de la corriente regular que ya hablan el lengua de señas", comenta Carmen Hernández, directora de la escuela Miguel Cervantes Saavedra, en Bayamón.

"Yo también lo estoy aprendiendo. Hay veces que ellos me ayudan", agrega aún sorprendida por la iniciativa de los alumnos.

Ello le ayuda a acortar la distancia con Desireé Rodríguez Zeno, al igual que con otros compañeros sordos.

Para ella, el esfuerzo de la directora y sus pares es significativo. "Podemos interactuar mejor; algunos tienen miedo, pero ellos tratan. Es una experiencia bien gratificante porque quieren participar y aprender de mi lenguaje, no me hacen sentir sola, me hacen sentir igual a ellos", comunica la joven de 17 años con la ayuda de su intérprete, Angelique García.

Desireé estudió sus primeros años escolares en el Colegio San Gabriel, en Puerto Nuevo, una institución creada en el 1904 para ofrecer servicios educativos a estudiantes sordos, al igual que el Colegio Fray Pedro Ponce de León y el Colegio Evangélico para Sordos. Pero, su desempeño intelectual y personal le ayudó a moverse hacia el próximo nivel. "La escuela decidió que había que integrarla porque tenía la capacidad para hacerlo (...). El colegio la lleva a la integración porque consideraba que estaba preparada", explica su madre, Rosana Zeno Vélez.



Desireé se graduará de cuarto año próximamente y desea estudiar ingeniería en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Mayagüez. (Primera Hora / David Villafañe)

Hasta entonces, Desireé sólo podía interactuar con sus pares sordos. Como puente hacia la transición, se matriculó en una clase de matemáticas en un colegio privado durante el noveno grado. Una vez en décimo, pasó a la escuela de donde se graduará de cuarto año próximamente y desea estudiar ingeniería en el Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico, aunque también aspira solicitar al Rochester Institute of Technology, en Nueva York, no muy lejos de Gallaudet University, en Washignton, D.C., la única universidad en el mundo con programas diseñados para personas sordas.

"Amo las matemáticas", expresa en lenguaje de señas, acompañado en ocasiones por palabras, ya que ha tomado terapias del habla y aprendió a leer los labios.

"Quiero tener una profesión para demostrar que los sordos podemos. Los oyentes nos ven diferentes, que tenemos unos límites, pero nosotros podemos lograr una integración", agrega la alegre joven, quien asegura que su integración en el plantel escolar la ha ayudado a prepararse para la vida universitaria.

Rosana supo que su hija era sorda cuando la llamó por su nombre y no respondió. "Al llegar al centro (de cuido) dije su nombre y miraron todos los niños menos ella. Ahí me pude dar cuenta que algo andaba mal", recuerda.

¿Cuál fue tu primera reacción?

Es bien difícil. La pregunta que uno se hace es qué voy a hacer, cómo la puedo ayudar; no tengo conocimiento de nada. Es un encontronazo con algo desconocido, que uno no tiene conocimiento, porque de la población sorda casi no se habla.

Una de las primeras cosas que tuvo que hacer fue reconocer que su hija era sorda y su lenguaje sería la comunicación por señas.

Desde entonces, como hasta ahora es usual, se ha encontrado con la barrera social de la actitud hacia las personas sordas o con otra discapacidad. "Las personas que no tienen conocimiento del tema no se instruyen, no ayudan, y no tienen sensibilidad, es lo más que nos ha pasado", expresa Rosana.

Para ella, la inclusión, el reconocimiento y la valoración de la diversidad existe en algunos lugares y en otros no. "Muchos los aíslan y no le dan los derechos que ellos tienen. La gente no los entiende. Tienen derecho a algo y tratamos de ejercer sus derechos y la persona dice: 'Pero ¿qué le pasa a ésta?, por qué si esa niña se ve lo mas bien'. Entonces no se dan cuenta del problema de comunicación, que es un problema que afecta para todo en la vida, porque ellos quieren ser como los oyentes, como toda persona", explica.

"Existen muchas barreras, y los padres tenemos que ir enseñándole también a las personas a romperlas, y enseñarles la forma en que pueden ayudarle a las personas sordas, pero claro, lo más importante son las actitudes de las personas", agrega.

Aquel día, Desireé, con la ayuda de su intérprete y maestra de español avanzado, Blanca Roberts, estaba aprendiendo sobre el poema La sangre del espíritu del escritor español Miguel de Unamuno. Se sentó al frente, concentrada, decidida a aprender, decidida a cumplir sus metas.

Libni Sanjurjo / Primera Hora

0 comentarios:

Publicar un comentario

cntador de vistas