lunes, 28 de marzo de 2011

otra anecdota que suele pasar


En el hospital de guardia
El relato de Carmen


En verano me voy a trabajar fuera de casa los meses de julio y agosto. Un verano se me rompió el audífono un sábado por la tarde de agosto, por lo que tenía que esperar hasta el lunes a que abrieran los centros auditivos, pero era imposible, tenía que trabajar y necesitaba oír por lo que me fui a un hospital de guardia a que me hicieran un apaño temporal.

Fui sola, sin oír, llegué y me atendió una enfermera. Le dije lo que me pasaba y escribio ES SORDA en mi expediente con unas letras enormes, me preguntó si oía algo y le contesté que en ese momento no, ya que se me había roto el audífono. Me dijo que saliera a la sala de espera que me avisarían por megafonía cuando me tocara el turno. Me quedé mirándola y le contesté: pero si no oigo cómo me vas a avisar por megafonía!
Quedamos en que saldría una enfermera a buscarme, como había mucha gente, me senté en frente de la puerta y me puse a leer un libro echando un ojo constante a la puerta por si salía una enfermera. Al rato, salió una enfermera y dijo mi nombre, pero no estuve segura, por lo que me quedé mirándola, repitió mi nombre una segunda vez con tono borde y mosqueada (el lenguaje gestual dice mucho más que las palabras), me levanté y me acompañó al otorrino.

El señor otorrino fue incapaz de hacer nada por mi audífono, así que me volví con un ataque de angustia al centro de trabajo. No por no oír, pues en el trabajo me habían asegurado que no pasaba nada, que sólo era un día y que estuviera tranquila. El ataque de angustia fue por lo mal que me trataron, como si fuera tonta.

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