lunes, 10 de diciembre de 2012

Traductora del silencio

APESAR de que no padecía ninguna discapacidad auditiva, Azalía no tuvo más remedio que aprender la lengua de signos a una edad muy temprana. Era la única forma de comunicarse con sus cuatro hermanos mayores, sordos profundos. Confiesa que no le costó mucho esfuerzo porque "era lo que se hablaba en mi casa, mejor dicho, lo que se veía". "Fue como aprender un idioma cuando eres una niña", dice. Consciente, por tanto, del problema familiar, Azalía siempre tuvo claro que quería ser intérprete de la lengua de signos "para crear un puente de comunicación entre una parte de la sociedad, la mayoritaria, con una minoritaria que es sorda". Ha cumplido su objetivo. Hoy en día trabaja en las aulas de los centros escolares como intérprete de apoyo para alumnos sordos y también en congresos o actos públicos como sesiones del Parlamento Vasco. Azalía cree que la administración debería implicarse más, sobre todo en educación y sanidad, para que las personas con esta discapacidad puedan acceder en igualdad de condiciones a los mismos servicios. De esa forma se evitarían situaciones como las que ha pasado Azalía con sus hermanos. "He tenido que ir a urgencias con ellos para traducir al médico lo que les pasaba", recuerda. Azalía creció en un ambiente familiar que a ella le parecía "normal" pese a que en su casa se hablaba por señas. "Eran mayoría", dice con ironía. Sin darse cuenta y en poco tiempo, se convirtió en una "intérprete casera". "Yo ayudaba a mis hermanos a hacer cualquier gestión cuando mi madre no podía", cuenta. "Llamaba al médico, a los amigos, me quedaba en casa con alguno de ellos para abrir la puerta...". Los cuatro, tres chicos y una chica, nacieron sordos. "Nunca hemos sabido el porqué", dice. Lo único que han sabido es que no era genético ya que no hay ningún antecedente familiar. Los cuatro estudiaron hasta la EGB en un colegio para sordos que había en Loiu. "Era lo máximo que podían hacer entonces", dice. Así que desde muy jóvenes se integraron en el mercado laboral. "Siempre han trabajado en empresas ordinarias, nunca han estado en talleres especiales para personas con discapacidad", especifica. Los chicos han desarrollado su trayectoria profesional en la construcción y la chica, como profesora de lengua de signos. La crisis también les ha tocado de lleno. Dos están en paro y "a ellos les va a afectar más porque, tal y como están las cosas, es más complicado dar trabajo a personas con discapacidad". Azalía Gómez tiene cuatro hermanos sordos y tuvo que aprender la lengua de los signos Trabaja de intérprete en actos públicos y para el Parlamento Vasco Estudios Terminado el Bachiller, la pequeña de la familia se encaminó hacia la lengua de signos, aunque antes quiso ser maestra. "La verdad es que quería hacer Educación Infantil", confiesa, "pero como no tenía euskera, y pensando que nunca lo iba a sacar, desistí". Por eso se matriculó en Botica Vieja. En un principio también se lo pusieron difícil porque no había plazas. "Al ser el único centro de la Comunidad Autónoma Vasca donde se imparte esta especialidad, hay mucha demanda", señala. Así que primero hizo un ciclo de Integración Social y posteriormente, esta vez sí, completó el ciclo de Interpretación de la Lengua de Signos. No le resultó muy complicado sacarse el título. Azalía ya conocía el lenguaje de signos. "Me faltaba la técnica de interpretación", dice, "porque no es lo mismo comunicarte en una lengua que saber hacer de intérprete". Una vez finalizado el proceso de aprendizaje académico comenzó a trabajar como intérprete. Actualmente, aunque está de baja por maternidad, desempeña su trabajo en la EPA de Santurtzi, donde realiza labores de apoyo a los alumnos sordos. Esa labor docente la compagina, siempre que puede, con los servicios de interpretación que le proporciona una empresa privada. Así que lo mismo está en un congreso o en el Parlamento Vasco traduciendo las intervenciones para ETB, tanto en castellano como en euskera, idioma que también ha conseguido aprender gracias a su tenacidad. "La verdad es que ser intérprete en actos públicos es un trabajo bastante estresante", señala, "porque hay que estar escuchando para ir traduciendo y a la vez no dejar de escuchar". Un estrés que a Azalía le afecta a la espalda, que se le carga. Por eso, en congresos y jornadas largas acuden dos intérpretes como mínimo, que se turnan cada veinte minutos. "Más tiempo interpretando es imposible", dice, "porque hay que estar al cien por cien en todo momento". Su presencia en los actos públicos no pasa nunca desapercibida, aunque a ella le gusta "ser invisible". Pero no lo suele conseguir. "Hay veces que la gente se aburre y se fijan en lo que hacemos", cuenta sorprendida. Educación Su futuro más inmediato en la vida personal se centra en el nacimiento de su hijo Lier, ahora en su vientre, y en lo profesional, seguir como está. "Me gusta mucho lo que hago porque creo que sirve para crear un puente de comunicación", insiste. Por otra parte, le gustaría que la Administración se volcará más con el mundo de los sordos. "En Educación, por ejemplo", apunta, "debería haber una ayuda del cien por cien con los niños sordos para que pudieran tener una educación completa". En otros aspectos, destaca la subtitulación de la televisión. "La mayor dificultad que tienen los sordos es no tener acceso a la información. Los telediarios deberían estar subtitulados", advierte. En este sentido, recuerda que cuando sucedió el atentado de las Torres Gemelas en Nueva York, "mis hermanos veían la televisión y no entendían lo que pasaba. Pero para eso estaba ella, para traducirlo. http://www.deia.com/

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