miércoles, 26 de diciembre de 2012

El mundo está ciego y sordo

Las limitaciones sólo existen en el interior de uno mismo. Si no, no se explica que Javier Luque sentara a su hijo discapacitado en un triciclo adaptado y le regalara una aventura de 840 kilómetros y 15 días La de Javier Luque es la prueba irrefutable de que un contratiempo puede convertirse en una gran oportunidad. El contratiempo llegó hace 14 años en el paritorio en forma de infección de meningitis. Y la oportunidad se llama Antonio, su segundo hijo, un niño que no habla, que no camina y que depende de la ayuda ajena para vivir. Desde entonces, la existencia de Javier Luque no ha hecho sino crecer. A fuerza de salvar todas las piedras que se ha encontrado en la vida. Este año, sin ir más lejos, cogió a Antonio, lo sentó en un triciclo adaptado y se lo llevó al Camino de Santiago. Nada menos que 840 kilómetros en 15 días. De aquella experiencia, emergieron dos regalos que valen su peso en oro. Una amistad entrañable con Javier Pitillas y Gerardo, joven ciego y sordo, y un documental de excepción titulado «El desorden de los sentidos», que se adentra en todos los detalles del desafío. -¿Qué se aprende de un niño de 14 años, que no habla, no anda y tiene una discapacidad del 85 por ciento? -Nos saca la fuerza que tenemos dentro. Así de simple. Así de extraordinario. Javier Luque (Córdoba, 1964) es librero por herencia familiar. Su abuelo fundó en el año 1919 la librería por excelencia de Córdoba. Y él, unas cuantas décadas después, vio la luz entre libros y estantes en la céntrica calle Gondomar. Su vida profesional, por contra, se encaminaba a la procuraduría, donde ha ejercido durante años, hasta que en 2000 se incorporara al negocio familiar. Aunque el hecho determinante de su vida, con toda probabilidad, se llama Antonio. Una imprevista infección de meningitis truncó su biografía desde la incubadora y hoy es un muchacho con necesidades especiales. «Al principio es un impacto. No estás preparado para que te digan que toda la ilusión que te habías hecho a la hora de tener un hijo se borra de un plumazo. Y dices: ¿cómo rellenamos ese hueco? Tenemos la grandísima suerte de que Antonio lo ha llenado con creces. No echamos de menos al niño que pudo haber llegado a ser, porque el que es aporta tantísimo que has asumido ya que es otra realidad», asegura Javier Luque con un aplomo a prueba de dinamita. -¿Qué aporta? -La alegría. Una sonrisa eterna desde que se levanta. No sonríe sólo con la boca: sonríe con los ojos, que llenan de luz el espacio donde está. Antonio es un niño sano y fuerte que rara vez es alcanzado por un sencillo catarro. Se levanta cada día a las ocho de la mañana, se le viste, se le da el desayuno, se le acerca a la parada del autobús y es transportado hasta el colegio de educación especial María de Montessori. Regresa a las tres y duerme invariablemente la siesta. Por la tarde, igual que sus hermanas María (23 años) y Cristina (12), desarrolla sus actividades extraescolares. Fisioterapia, logopedia o natación. Por la noche, cena, se coloca el pijama y a la cama. Este año, entre el 24 de junio y el 7 de julio, ha hecho el viaje de su vida. Junto con su padre y dos amigos ha recorrido los 840 kilómetros que separan Roncesvalles de Santiago de Compostela. Nada hay que pueda vencer una determinación. Javier Luque entró un día en un foro de Internet y preguntó si era posible hacer el Camino de Santiago con un discapacitado. Hubo sugerencias a favor y otras que alertaban de que el reto era inalcanzable. Hasta que apareció un tal Javier Pitillas, policía local, ex deportista de élite y monitor de la ONCE, ofreciéndose a servirle de guía. En el «Discamino 2012» se presentó con su amigo Gerardo en una bicicleta tandem conectados con un sistema dactilógrafo para comunicarse. -¿Qué les ha dado el «Discamino 2012»? -Mucho trabajo (risas). Esto empezó en septiembre de 2011 con mucha preparación y entrenamiento. Y todavía no ha terminado. -En el Camino de Santiago hay una máxima que afirma: «Sin dolor no hay gloria». ¿Lo suscribe letra por letra? -En el Camino de Santiago y en la vida. Lo que más disfrutas es lo que más trabajo te cuesta. -¿Todos los contratiempos son superables? -Todo en esta vida tiene remedio menos la muerte. Si no puedes con tu propia mochila de recursos, siempre hay gente alrededor a la que puedes recurrir. -¿Qué entraña más dificultad: recorrer 840 kilómetros con un menor discapacitado o comprender al diferente? -Cambiar la mentalidad es mucho más difícil que hacer diez Caminos de Santiago. El objetivo de «Discamino 2012» era precisamente cambiar la forma de pensar. Que las administraciones y los empresarios vuelvan la mirada a las personas con necesidades especiales. -Usted es librero. ¿Qué no se aprende en los libros? -Los libros te dan muchas ideas y te hacen soñar, pero el esfuerzo y el sacrificio te lo da la vida. Una aventura en vídeo El documental de televisión vino asociado a los preparativos. Javier Luque se puso en contacto con una sobrina suya que trabaja en la productora La Maleta, de Sevilla, para que hicieran un pequeño vídeo de presentación de «Discamino 2012». Aquel sencillo audiovisual acabó cobrando vuelo y la productora decidió montar un documental de mayor envergadura. A Santiago de Compostela se desplazaron diez técnicos para identificar las localizaciones y grabar imágenes de recurso mientras hacían el camino a la inversa. El resultado fue un emocionante documento audiovisual que, bajo el título de «El desorden de los sentidos», muestra la capacidad regeneradora que puede llegar a tener en los discapacitados experiencias como ésta. -¿De qué está enfermo el mundo? -El mundo es como Gerardo pero con menos alegría: está ciego y sordo. -¿Qué es lo que no ve ni oye? -No ve a los demás. No los escucha. Miramos más para adentro de nosotros mismos que para las cosas que ocurren fuera. -Usted ha dicho: «Lo mejor está siempre por llegar». ¿El optimismo es un arma invencible o un acto de ingenuidad? -Un arma invencible. Hay que ser un poco ingenuo para no perder el niño que fuimos. Pero la vitalidad te hace inasequible al desaliento. Es lo mejor que tenemos. -¿Qué le ha enseñado la vida? -Me ha enseñado a salir de mí mismo. Aprecio el valor de la gente. Antonio es el detonante, la chispa que hace que la llama que hay dentro de otras personas prendan. -¿Y le ha visitado la derrota? -No. Algún momento puntual te paras a pensar. Pero soy optimista y sé que nos debemos sentir orgullosos y afortunados de que Antonio esté con nosotros. Los hermanos No hay un ápice de cansancio en las palabras de Javier Luque. Ni un reproche que hacer al mundo, ni un desdén que dirigir a los imponderables que se cruzan en tu biografía cuando menos lo esperas. Javier Luque aceptó la realidad implacable de los acontecimientos y desde entonces mira hacia adelante con determinación. A su pareja le supuso más esfuerzo digerir el revés que les cambió la vida. «A mí me costó menos que a mi mujer. Yo soy vitalista por naturaleza y alguien tenía que mantener a flote el barco», sostiene. La familia ha seguido su curso pese a los imprevistos. María, la hermana mayor, se ha mostrado siempre muy colaborativa con las necesidades de Antonio, a tenor de las palabras de Javier Luque, y Cristina nació con un hermano bebé dos años por encima de ella. Pero todas las piezas encajan si se pone voluntad y se asimila el nuevo estado de cosas. -¿Vivimos en el mejor de los mundos posibles? -Es el único que tenemos. Y cuando cambie seguirá siendo el mejor de los mundos posibles. -¿Sabe ya a qué diablos hemos venido aquí? -Si. -Pues dígame. -A hacer felices a los demás. Pues eso. http://www.abc.es // ARIS MORENO

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